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Alegría plena

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Comentario de Parashat Reé, por el seminarista Dr. Gabriel Pristzker, de la Kehilá de Córdoba, Argentina

Dice el diccionario respecto de la definición de alegría:

«Sentimiento de placer, pero no idéntico a él, originado generalmente por una grata y viva satisfacción del alma y que, por lo común, se manifiesta con signos exteriores (Diccionario Enciclopédico Vox 1. c2009, Larousse Editorial, S.L.)».

Dice la Torá en  Reé, la  Parashá de esta semana: «Te alegrarás en tu festividad, tú y tu hijo e hija, tu siervo y tu sierva, y el leví y el extranjero , el huérfano y la viuda que están en tus ciudades (Devarim 14:14)».

Dice Rashi (uno de los comentaristas más importantes a la Torá) respecto de este pasaje: «Estos cuatro Míos se corresponden con los cuatro tuyos: tu hijo, tu hija, tu siervo y tu sierva. Si vos alegrás a los Míos, Yo alegraré a los tuyos». El que «habla» es Dios y es como si dijera: tu familia incluye a estos cuatro tipos de individuos y Mi familia incluye a estos otros cuatro tipos de individuos, hoy los excluidos, los vulnerables y/o los marginales de y en cualquier sociedad: «Yo haré felices a los de tu familia, siempre y cuando vos hagas felices a los de la Mía».

Si bien el texto de Devarim citado habla específicamente de la festividad de Sukot, la tradición rabínica  extendió la «obligación» de estar alegres a todas las festividades, los llamados «iom tov» o «jaguim».

¿»Capicce»?

Unamos todo. La alegría de las festividades, para que sea completa (y te pido lector que vuelvas a la definición del diccionario más arriba), DEBE incluir el brindar alegría a los menos afortunados. Nuestra alegría DEBE contemplar la alegría de aquellos menos favorecidos.

¿Cómo? Separando dinero según nuestras posibilidades en cada una de las festividades para destinarlo luego a actos de justicia social (Tzedaká). Por ejemplo. ¿Cómo? Invitando a nuestra mesa familiar a las personas que se encuentran atravesando cualquiera de estas circunstancias (Hajnasát Orjim). Por ejemplo. Pero estas acciones serán solo un piso. El techo lo pondrás vos, estimado lector.

Mientras tanto, si no nos ocupamos de la «familia de Dios», la alegría jamás será «una grata y viva satisfacción del alma».

¡Shabat Shalom!
Seminarista Dr. Gabriel Pristzker
Kehilá de Córdoba, Argentina

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