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Cuando el silencio no es salud

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Comentario de Parashat Vaieshev, por el rabino Pablo Gabe, de la Kehilá de Córdoba, Argentina

Cuando, siendo responsables de mantener cierto orden o cuidar que las cosas se hagan de una forma determinada, tenemos dos maneras distintas de pararnos frente a un conflicto: Esperamos que las partes puedan resolverlo solas o bien, intervenimos para reparar ese error. Los que eligen el primer camino, sostienen que es mejor que el problema se resuelva en el mismo marco y por las mismas personas en donde se originó. Intervenir, sería no darle la chance de poder mejorar por ellos mismos y salir de esa situación. Los que eligen el segundo camino, entienden que si uno es parte del problema, jamás podrá ser parte de la solución. Por lo tanto, una intervención se torna necesaria.

La lectura de la Torá de esta semana, nos muestra uno de los ejemplos más significativos acerca del mensaje de vida que nos quiere entregar la Torá: Relaciones entre padres e hijos. Relaciones entre hermanos.

Iaakov tuvo 13 hijos, sin embargo mostraba mayor favoritismo hacia Iosef. Al mismo tiempo, era Iosef quien soñaba y compartía sus sueños con los demás. Claro está, que sus sueños no reflejaban sino un narcisismo superlativo. Soñar que todas las espigas de sus hermanos se inclinaban hacia él; o que él y sus hermanos eran estrellas del cielo, su padre era el sol y su madre la luna, y que todos se arrodillaban ante él, no dejaba de ser llamativo. Refleja, en realidad, el producto de haber sentido la preferencia por parte de su padre. Uno de los ejemplos de esta situación, es el regalo que le obsequia su padre: Una camisa de colores, llamada Kutonet Pasim. Esta situación no hizo otra cosa que generar odio entre los hermanos. Según el texto de la Torá, no podían ni siquiera hablarle en paz. Es decir, el odio los llevaba a que los diálogos fueran cargados de bronca. Finalmente, y como muestra de este odio, los hermanos terminan vendiéndolo a una caravana de Ismaelitas que andaban por el desierto.

Llama la atención algo muy particular: La actitud de Iaakov. En un primer momento, él le pregunta a su hijo acerca de los sueños. Existe una suerte de reprimenda o pregunta punzante como ser: “¿Qué es esto que estas soñando? Sin embargo, Iaakov nunca trabajó profundamente acerca de los problemas entre sus hijos. De hecho, cuando la Torá nos relata que llegaron incluso a odiarlo, se nos dice que Iaakov, calló. Lamentablemente, esta no fue la única oportunidad donde actuó de esta manera. Luego del episodio de Dina, guardó silencio hasta la llegada de sus hijos, que se encontraban en el campo. Recién con ellos presentes, habló.  

¿Qué entendemos que debería haber hecho Iaakov frente a la tensión entre Iosef y el resto de sus hijos? Intervención. La ley, en la figura del padre en este caso, es indispensable para el sano desarrollo y desenvolvimiento de la familia. Los hijos y su relación en los primeros años de vida, en la gran mayoría de los casos, no son sino el producto de lo que los padres hacen de ellos. Por este motivo, no es posible hacer silencio y no intervenir frente a los problemas.

En este sentido, el silencio no es salud.

Shabat Shalom!
Rabino Pablo Gabe
Kehilá de Córdoba, Argentina

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