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De paraísos por construir

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Comentario de Parashat Behar, por el seminarista Dr. Gabriel Pristzker, de la Kehilá de Córdoba, Argentina

Esta semana leemos parashat «Behar». En ella, encontramos una serie de disposiciones y ordenanzas que pueden ser, casi todas, puestas bajo el paraguas de lo que se conoce como «justicia social». Esto tiene que ver, en parte, con repartir equitativamente los bienes sociales y otorgarle a las clases sociales desfavorecidas más y mejores oportunidades de desarrollo.

Desde las leyes del año sabático y el jubileo (Shmitá y Iovel), la prohibición de engañar comercialmente al prójimo (Onaat Mamón), la posibilidad de recuperar casas y campos por parte de dueños que se veían forzados a venderlos para afrontar deudas, hasta la explícita «si tu hermano empobrece deberás mantenerlo» (Vaikrá 25:35), Behar nos invita a reflexionar sobre el momento en que la competencia (buena para los negocios) desplaza a la colaboración (buena para las personas).

Del libro «Tiempo para vivir», del Rabino Marcelo Rittner, rescato este relato vinculado a lo más arriba mencionado:

Un hombre partió de este mundo. Poco después se encontró en el jardín más bello que jamás había visto: altos árboles, flores maravillosas, fuentes, una verdadera alegría para la vista y para los oídos. En el centro de ese jardín había una mesa cubierta de las comidas más exquisitas. «Esto es el paraíso», pensó él.

Miró entonces hacia las personas sentadas alrededor de la mesa: hombres y mujeres esqueléticos, rostros abatidos, ojos sin expresión, a no ser la del hambre. Y entonces, él percibió lo que sucedía. El brazo de cada una de esas personas estaba con el codo endurecido. Ellos conseguían alcanzar el alimento, pero no lograban llevarlo hasta la boca. Por lo tanto, pasaban el tiempo mirando, pasando hambre en medio de la enorme abundancia.

Entonces el hombre comprendió que ese lugar no podía ser el paraíso. Repentinamente encontró otro lugar. Parecía el mismo: los árboles, las flores, la mesa y la comida. Pero había una enorme diferencia en relación con las personas. Ellas estaban bien alimentadas, felices, sonrientes. Pero notó que también ellas tenían el codo endurecido y tampoco conseguían llevar el alimento hasta la boca. La diferencia era que cada uno estaba ayudando a su vecino a comer. Entonces comprendió que, esta vez, había encontrado el verdadero paraíso.

¿Se entiende?
Profundamente deseo que sí.

¡Con los deseos de Shalom uBrajá!
¡Shabat Shalom!
Seminarista Dr. Gabriel Pristzker
Kehilá de Córdoba, Argentina

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