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DESPERTAR FIBRAS ESPIRITUALES, UNA TAREA DE DOS DÉCADAS

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La semana pasada les contamos acerca del cambio en el equipo de Guiur (conversión), que establece la salida de Tzipora (o Feigue) Solodki, tras 20 años a cargo de este importante curso en la Kehilá de Córdoba. Antes de entregar el deber y el compromiso a Raquel Volsko, pudimos conversar con la protagonista de estas últimas dos décadas…

¿Cómo comenzó todo? ¿Qué te llevó a aceptar este gran proyecto hace 20 años?

“Siempre dentro mío estuvo mi vocación de Morá, de educar, de enseñar; lo llevo muy adentro de mi alma, y en especial esta educación judía, y sobre todo, la tradición judía, la viví en el interior de mi hogar. Desde chiquita, desde siempre, tuve a mi mamá encendiendo sus velas de Shabat, preparando el Seder de Pesaj, la noche de Rosh Hashaná o Iom Kipur, como se dice, “lo mamé”, así me eduqué, y realmente lo llevo muy dentro mío y me gusta, lo disfruto, enseñar es mi profesión. Entonces, hace veinte años, yo era morá de la escuela primaria, secundaria, y desde el Centro Unión, el rabino de aquel entonces me vino a preguntar si me gustaría seguir enseñando tradición a la gente adulta. A mí era lo que más me gustaba; dentro de mis enseñanzas de ivrit, poder enseñar masoret (tradición), transmitir las vivencias judaicas. Me gustó la propuesta, nunca la vi en ese momento como un proyecto tan importante, sino que para mí siempre se trataba de enseñar, a quien pueda. Así comencé con un grupo de gente que no pertenecía a la comunidad y que tenían como fin poder integrar, con el transcurso del tiempo, nuestro pueblo, estar inmersos en el pueblo judío.”

¿Cuál te pareció el mayor desafío de esta tarea?

“No es una tarea fácil, no solamente por la enseñanza del temario propuesto, por la cuestión cognitiva, sino que el objetivo mío siempre excede el transmitir un conocimiento de nuestra cultura. Esa es la parte más difícil, y se trata de llegar adentro de cada persona, tocarles el corazón, despertarles esa espiritualidad hacia el judaísmo; que puedan sentir lo que es ser judío, que tengan la vivencia, que les vibre en las fibras todo lo que significan nuestras fiestas, nuestras tradiciones. Eso es lo más difícil de este rol.”

¿Y se logra aprender a discernir eso? ¿A quién ya le vibró la fibra más íntima o quién necesita aún más tiempo?

“Exactamente, y en esa tarea está, por arriba de todo, nuestro rabino Marcelo Polakoff. Las primeras entrevistas siempre son con él, y algo curioso es que cuando la persona decide hacer el curso, una de las primeras preguntas es: ¿Cuánto tarda este curso? Y a mí me encanta la respuesta del rabino, que les dice: “Tiene fecha de inicio, cuando cada persona quiere comenzarlo, pero lo que no tiene es fecha de finalización”. Justamente, es lo que te comentaba antes: enseñar la parte cognitiva, darles un libro, pedir que estudien, no digo que sea una tarea fácil, pero es accesible. Lo verdaderamente dificultoso es cómo hacer para despertarles ese amor por esta vida judaica. Es fácil enseñar Shabat y hablar del encendido de velas o de la cocina de dos panes trenzados, las jalot, pero no pasa por ahí la cuestión. Lo importante es señalar qué simbolizan estos elementos en un hogar judío. Se trata de transmitir y despertar, más que enseñar.”


¿Y cuáles fueron tus técnicas o estrategias para intentar conseguir esto que es tan difícil?

“Mucho amor, mucha verdad y mucha pasión. Porque así es como yo decido vivir mi judaísmo, y este es un rol que muchas veces, con el ejemplo y con la vivencia de cada uno, se puede llegar a transmitir de otra manera. Yo creo que lo he logrado con la mayoría, con todos. Por supuesto que después en el camino, cada uno forma su propia familia, y yo los veo con satisfacción, porque me baso en el “Shemá”, que es la oración básica del judío, en la que decimos “veshinantam levaneja”, le vas a enseñar a tus hijos, “medor vador”, de generación en generación, debe continuarse con esta transmisión. O sea que no sólo busco que la tradición se impregne en estas personas, sino que ellas asuman también el compromiso de la continuidad.”

¿Mantenés un contacto o relación con tus alumnos del curso? ¿Cómo te sentís cuando los ves ya integrados a la vida judía?

“Es muy linda esa pregunta porque a mí me emociona mucho. Cada vez que hay un Jag o algún evento en el Templo, siempre está mi grupito de alumnos del Guiur, ahí están ellos. Eso demuestra que he despertado ese interés y esas ganas. Además, los que han formado una familia, también están con sus hijos cursando en nuestra escuela, y eso para mí es una gran satisfacción.”

¿Y por qué tomaste la decisión de hacer este traspaso de manos en el cargo del curso?

“Creo que todo tiene un ciclo, que comienza y que finaliza. Son ya 20 años en el rol, sumado a todos mis años anteriores como Morá, y hoy en día se habla mucho del paso y lugar a las nuevas generaciones más jóvenes, y decidí hacerme a un costado. La persona que entra, no puedo decir que será mejor o igual que yo, pero si puedo asegurar que será distinta, y considero que la gente también quiere cambios.”

Igualmente, ¿Considerás que dejaste tu huella, tu sello, en este espacio?

“Eso lo dirán los demás. En mí misma, con seguridad que sí. Fueron muchos años en los que creé una relación, no de Morá y alumnos, sino un vínculo casi familiar, porque también es importante tener en cuenta que las personas que participan de este curso están atravesando momentos, etapas y situaciones determinantes para su vida, y me tocó charlar con alumnos fuera del curso, conocer a sus familias, establecer y entablar relaciones únicas. Como dije, no es una tarea fácil, tampoco lo es para la gente que quiere acercarse para la preparación, pero es totalmente gratificante, yo estoy muy contenta, siempre tuve el apoyo incondicional de nuestro rabino, quien nunca dejó de aprobar el camino que yo elegí para llevar a cabo esta actividad.”

¿Qué apreciación personal transmitirías a nuestra Kehilá acerca de tu paso por este curso tan importante?

“Les diría que un judío es una persona que nace de un vientre judío, o también es aquel que decide estar inmerso, pertenecer a este pueblo. Y este es un pueblo único en la historia del mundo, por eso esa persona debe saber apreciar el patrimonio judío, debe tener que estudiar las tradiciones, pero además participar plenamente de esta fe judía, observar las leyes de nuestra sagrada Torá, y debe poseer, más que nada, un singular sentido de espiritualidad. Ellos son los que eligen entrar al pueblo elegido. Y para finalizar me gustaría traer unas palabras del Talmud: “De ser puros los sentimientos del corazón de una persona, seguramente lo serán también las obras que realice.”

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