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Hombres, nombres, números

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Comentario de Parashat Bemidvar, por el seminarista Dr. Gabriel Pristzker, de la Kehilá de Córdoba, Argentina

Los judíos hacemos cosas raras, entre otras:

  • Tenemos 4 años nuevos (más allá de que el “oficial” es Rosh Hashaná).
  • Una noche al año pasamos de largo estudiando.
  • Meneamos ramas de sauces (en la Festividad de Sucot).
  • No contamos las vueltas de los tefilín (cajitas de cuero que, atadas en la cabeza y en el brazo recuerdan las expectativas de Dios respecto de los seres humanos) de manera habitual.
  • No contamos a las personas para el minián (el mínimo de personas que habilitan ciertos rezos) de manera habitual.

Comenzamos esta semana la lectura de un nuevo libro de la Torá, “Bemidvar”, que lleva por nombre también “Jumash HaPekudim”, el Libro de los Números. Y vamos a encontrar dos censos detallados del Pueblo de Israel a lo largo de este cuarto capítulo del Pentateuco. (Dato a manera de “spoiler”: el Rey David va a querer censar a sus tropas antes de una de sus batallas y Dios lo va a castigar).

De nuevo, una cosa “rara”: el conteo de las personas no se realizaba de manera directa, sino a través de una pequeña donación de medio shekel idéntica para todos, y lo que se cuenta es la cantidad del dinero recaudado, lo que indirectamente dará la cantidad de personas censadas.

A priori, realizar un censo no tiene nada de malo. La verdad es que todos los países lo hacen cada cierto periodo de tiempo y ninguna asociación de DD.HH. se opuso jamás. ¿Por qué habría entonces de estar prohibido contar a la gente? Quizás porque las personas no son bienes que puedan ser contados, numerados (excepto durante la tragedia de la SHOA) o tomados como una posesión.

Una mujer no “tiene” 4 hijos… es la madre de 4 individuos, cada uno con sus características propias. No “tengo” 25 alumnos o janijim (educandos en el área no formal)… soy el educador de 25 personas que tienen, cada una, expectativas diferentes. No tenía yo, como odontólogo, “un molar” (aunque poniendo el corazón creo que en esa época de mi vida lo veía así), o un médico no tiene un “hígado” para operar: soy el profesional de la salud de un ser humano con una historia de vida única, que confió en mí y que está ansioso y angustiado por el dolor o la enfermedad que padece.

Es nuestra sociedad de masas, donde los números parecen importar más que las personas, nuestra parashá y el judaísmo (como gusto en llamarlo, una contracultura) nos recuerdan que los seres humanos no se numeran… NO se suman ni se restan. NO se poseen… NO se ganan… ni se pierden.

Al inicio de mis estudio rabínicos, alguien me enseñó una de las ideas más fuertes que incorporé en mi vida: “Toda persona que nace en este mundo representa algo nuevo, algo que nunca existió antes, algo original, único e irrepetible”.

¡Shabat Shalom!
Seminarista Dr. Gabriel Pristzker
Kehilá de Córdoba, Argentina

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