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Manteniendo el fuego ardiendo

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Comentario de Parashat Tzav, por el rabino Pablo Gabe, de la Kehilá de Córdoba, Argentina

Un fragmento de nuestra Parashá, nos dice así: “El fuego que arde en el altar no debe apagarse nunca. El sacerdote le añadirá leña todas las mañanas, y dispondrá sobre el fuego el animal que se va a quemar; y quemará también en el altar la grasa de los sacrificios de reconciliación.  El fuego del altar estará siempre encendido. No debe apagarse nunca” (Vaikrá 6: 5-6).

El fragmento recién mencionado, habla acerca de una de las tantas ofrendas que el pueblo tenía que llevar a cabo. Técnicamente hablando, era el Cohén Gadol quien materializaba este ritual. El Korbán (ofrenda) era la unión entre el hombre y Dios. Sin embargo, es interesante esta idea de que el fuego nunca debe apagarse. ¿Por qué? ¿Qué es el fuego, en este sentido?

De acuerdo a nuestra tradición, el fuego es propiedad de Dios y nos lo presta durante seis días de la semana, para hacer y modificar todo lo que tengamos la posibilidad de hacerlo (A diferencia de la cultura griega, en donde el mito de Prometeo relata que él le robó el fuego a los dioses, y lo compartió con la humanidad). La razón por la cual el fuego pertenece a Dios, es que el mismo fue utilizado para la creación del mundo. Por este motivo, le pertenece a Dios y solo tenemos la posibilidad de tomarlo “prestado” durante algunos días de la semana (De ahí que en Shabat esté prohibido encender fuego, para marcarnos que nos es algo que nos pertenezca eternamente).

El punto no está, no obstante, en el fuego en sí como agente físico. Entendamos el fuego como la idea de que debe permanecer encendido. No puede apagarse. ¿Por qué? El Cohén debía colocar leños todas las mañanas, para que el fuego que se había mantenido encendido durante la noche, pueda seguir ardiendo durante el día. Y pregunto: ¿Quién es el encargado de mantener nuestro fuego encendido? ¿Cómo hacemos para que el fuego de la Torá, que nos tiene que dar calor, pero sin quemarnos, nunca se apague?

Hay un hermoso relato en nuestras fuentes que puede ser conectado con esto que nos estamos preguntando: Le preguntaron sus alumnos a Rabi Frida: Rabi, ¿de qué manera hizo sus días más largos? Rabi Frida respondió: Todas las mañanas me ocupaba de levantarme temprano y llegar primero al Beit Midrash (casa de estudio). Y jamás nadie pudo llegar antes que yo. Y por esa razón, hice mis días más largos (Talmud Babilonio, Tratado de Meguilá 27b).

Tiempo es vida. “Matar el tiempo”, como se suele decir, es matar vida. Matar la posibilidad de transformar, de crecer, de cambiar. De enseñar y de aprender. Cada segundo, cada instante que vivimos, tiene un valor inmenso. Todo depende de cómo vivimos el tiempo.

Hoy en tiempo de vivir en nuestra tradición. De involucrarnos, de participar. Cada instante que dedicamos a construir, es un leño que agregamos al fuego del altar, para que se mantenga encendido, al igual que lo hacia el Cohén. Aprovechemos el tiempo, al igual que el Rab Frida.

Es tiempo de mantener lo nuestro.

Shabat Shalom!
Rabino Pablo Gabe
Kehilá de Córdoba, Argentina

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