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¡No al pedigrí!

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Comentario de Parashat Koraj, por el seminarista Dr. Gabriel Pristzker, de la Kehilá de Córdoba, Argentina

 

Koraj, personaje problemático que le da el nombre a la parashá de esta semana, no es un rebelde sin (alguna) causa. Su crítica a Moisés y Aarón respecto de la posesión del liderazgo del Pueblo Judío en el desierto pareciera tener un chispazo democrático. Escuchemos a Koraj alegando frente a los dos hermanos dirigentes: “¡Bastante para vosotros!  Pues toda la congregación, todos ellos, son consagrados y Adonai está en medio de ellos! ¿Por qué, pues, os ensalzáis por sobre la asamblea de Adonai?”
Algunos comentaristas sugieren que  el discurso de Koraj y compañía está dirigido, en realidad, al modelo subyacente de liderazgo atribuido más que al de modelo de liderazgo ganado.
Un sistema en el que el mérito es más importante que el nacimiento no sólo sería mas justo, sino que también daría pie a un liderazgo mejor.

Si Dios reside en el medio de Israel, y todos los israelitas son igualmente consagrados (lo que en la Torá significa «santos»): ¿Por qué  debiera permitirse que el nacimiento tenga preeminencia por sobre la humanidad, la compasión  o el talento?
La visión de Koraj solo se plasmó tras la caída del Templo, cuando surgieron la academia y la sinagoga como focos del judaísmo rabínico haciendo del estudio, no del abolengo, la puerta al liderazgo. La Torá (su estudio, digo) nos iguala, nos nivela y lo hace hacia arriba, siempre hacia arriba.

Rezamos, en una sección de salmos específicos de la Tefilá, todas las mañanas: “Adonai ohev tzadikim”, «Dios ama a los justos». 
Y pregunta el Midrash: «¿Por qué Dios ama a los justos?». Y se responde a sí mismo:  «Porque no constituyen una propiedad o una familia ¿Cómo es esto?
Los kohanim (la casta de los sacerdotes) son una familia, los leviim (la casta de los levitas)  son una familia». Nuevamente, en otro pasaje de la Tefilá (en este caso de Shabat y Festividades) decimos: ”Beit Aaron barju et Adonai, Beit halevi Barju et Adonai…..”, la Casa (casta) de Aaron bendiga a Dios, la Casa de Levi (la casta de los levitas) bendiga a Dios». Si cualquiera de nosotros quisiera ser kohen o levi no podría serlo, no podría ser de esa casa-casta, porque, para serlo, debiese ser hijo de kohen o levi. ¿Se entiende?

Ahora, si como un hombre te propones ser justo, buena persona, podes serlo, porque esto ya no depende de una relación familiar, de «soy hijo/hija de». No depende ni de castas, ni de clanes tribales ni de abolengos. Depende exclusivamente de vos (de lo que hagas con vos). Por eso está escrito, a continuación de la última tefilá que citamos más arriba, «Irhei (los temerosos de) Adonai barju et Adonai». NO dice la «casa» de los temerosos de Dios, sino los temerosos de Dios. Porque esto, ser «temeroso de Dios», que en idioma rabínico significa ser buena persona, no depende de casa alguna ni de abolengo alguno, sino que se refiere a aquellos que se entregaron a amar a Dios y es por eso que Dios los ama.

Y aquí volvemos al principio de igualdad de todos los hombres y a la democratización que genera el estudio de la Torá y el cultivo de la persona.
Hay gente que cumplía funciones en el ritual, como los kohanim y los leviim, y que son funcionarios, pero no por eso son superiores al resto del pueblo. Dios ama aquellos que se relacionan con Él espontáneamente, y no por ser funcionarios religiosos o por ser hijos o hijas de alguien, ni por la  situación o relación familiar que tenés, sino por tu propia postura frente a Dios y a la relación que construís con Él.
En otras palabras, Dios no espera más de rabinos ni de jefes, ni de ningún otro rol de liderazgo religioso, político o social (aunque sí deben más responsabilidad por el lugar que ocupan) que de cualquiera de ustedes (o de mí), queridos lectores.

Una «yapita»: Rabí Shimón dice en el capítulo 4 de  Pirkei Avot :
«
Existen tres coronas: La corona de la Torá, la corona del sacerdocio y la corona del reino. Pero la corona del buen nombre supera a todas. Una persona puede ser reconocida y respetada por ser Rabino, por ser Cohen, o por ser rey. (Y agregaría: por ser médico, ingeniero o abogado). 

Pero cuando una persona es reconocida por «ser gente», no hay grandeza mayor a esa. Cuando uno tiene un buen nombre, el título ya no es necesario, ¿Por qué?…porque los justos no nacen….se hacen.

¡Shabat Shalom!
Seminarista Dr. Gabriel Pristzker
Kehilá de Córdoba, Argentina

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