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PARASHAT BERESHIT: ¿QUIÉN TIENE FE?

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Comentario de Parashat Bereshit, por el seminarista Dr. Gabriel Pristzker, de la Kehilá de Córdoba, Argentina

Esta semana comienza un nuevo ciclo de lectura de la Torá. Y, por supuesto, estaremos leyendo “Maasé Bereshit”, el relato de la creación. Es, en lo personal, un suceso que me conmueve.

Abrimos la Torá. Vemos a Dios creando el universo día a día, trayendo el orden por sobre el caos, creando la vida a partir de la materia inanimada. Aparecen los vegetales y, luego, los animales, con toda su maravillosa diversidad. En cada etapa Dios ve lo que hizo y declara: “es bueno”.

Pregunta un Rabino contemporáneo: “¿qué fue lo que no funcionó? ¿Cómo es que entró la maldad en escena, poniendo en marcha el drama que la Torá – de alguna forma la historia en su totalidad -registra? La respuesta simple, es el hombre, Homo Sapiens, nosotros. Sólo nosotros, de entre todas las formas de vida conocidas hasta ahora, tenemos libre voluntad, capacidad de elección y responsabilidad moral. Los gatos no debaten si deben matar ratones. Los murciélagos vampiros no se tornan vegetarianos. Las vacas no se preocupan por el calentamiento global. Es esta capacidad compleja de hablar, pensar, elegir entre diversas alternativas de acción la que es a la vez nuestra gloria, nuestra carga y nuestra vergüenza. Cuando hacemos el bien, somos poco menos que ángeles. Cuando generamos el mal, somos peores que las bestias. ¿Por qué entonces corrió Dios el riesgo de crear una forma de vida capaz de destruir el mismo orden que Él había creado y declarado bueno? ¿Por qué Dios nos creó?”.

Esta misma inquietud (qué fue lo que movilizó a Dios para crear al hombre) discurre en distintos pasajes del Talmud. En varios de estos relatos exegéticos (midrashím), los Sabios imaginan al Creador dialogando y consultando sobre la cuestión a y con los ángeles. En líneas generales, los distintos grupos de ángeles, esgrimiendo razones variopintas, se oponen y desaconsejan al “jefe” de concretar su deseo.

Y Dios, sin embargo, creó al hombre.

Pero llegó la generación del Diluvio. Y luego la de la Torre de Babel. Y los ángeles le dijeron a Dios: «¿No teníamos razón? ¿Ves qué grande es la corrupción de la humanidad?» Y Dios (a través de la creatividad de los Sabios y citando el versículo 4 del capítulo 46 del profeta Isaías) responde: «Aún con edad avanzada no cambiaré, y con cabello cano seguiré siendo paciente” (Sanhedrin 38b).

Stop. Pensemos. Al crear a los seres humanos, Dios plasmó la única forma de existencia con la capacidad del libre albedrío. Ese es uno de los tantos significados de la (famosa) frase «a Mi imagen y semejanza.» Cuando Dios hizo a la humanidad a Su imagen, significa que Él le dio a los seres humanos la libertad de elegir, para que nunca se pueda predecir lo que van a hacer. Ellos también serán lo que elijan ser. Lo cual significa que, cuando Dios le dio a los seres humanos la libertad de actuar bien, también lo hizo para que pudieran actuar mal. Y fue así. Adán y Eva pecaron. Caín asesinó a Abel. Y rápidamente el mundo estuvo colmado de violencia. Leamos ahora el final de nuestra parashá: “Dios vio que la maldad del hombre estaba en incremento. Cada impulso de sus pensamientos más profundos era sólo de maldad, durante todo el día. Dios se arrepintió de haber creado al hombre en la Tierra, y estaba apenado hasta su ser más íntimo”. (Gen. 6: 5-6).

Lo que nos retrotrae a la cuestión del inicio de estas líneas. ¿Por qué Dios, sabiendo los peligros y los riesgos implícitos, creó una especie que podía, y efectivamente se rebeló contra Él, devastó la naturaleza y el medio ambiente, extinguió especies y oprimió y mató a sus congéneres?

Nuevamente, es el Talmud el que trae la respuesta (de Dios a los ángeles): “Aun con edad avanzada no cambiaré, aún con pelo cano seguiré siendo paciente.» ¿Se entiende ahora? Es como si Dios dijera: estoy dispuesto a esperar. Aunque muchas veces los seres humanos me decepcionen, no cambiaré. Me desencanté una vez, y traje el Diluvio. Pero después de ver que los humanos son meramente humanos, nunca más volveré a producir un Diluvio.

¿Por qué Dios creó la humanidad? Porque Dios tiene fe en la humanidad. Podemos fallarle muchas veces, pero cada vez que lo hacemos, Dios nos dice: «Aun con edad avanzada, no cambiaré, aún con pelo cano seguiré siendo paciente.» Esperaré todo lo que sea necesario para que los humanos aprendan a no esclavizar, a no avasallar o a emplear la violencia contra otros humanos. Esta es la maravillosa implicancia del Talmud: que Dios, que sabía de antemano “en qué Se estaba metiendo” haya creado seres tan falibles y destructivos como nosotros, tiene que ver con que Dios tiene paciencia. Con que Dios tiene perdón y tiene compasión. Que, en definitiva, Dios tiene amor.

Durante siglos hemos estado viendo la religión al revés. LA cuestión última del fenómeno religioso no es sobre nuestra fe en Dios, sino la fe de Dios en nosotros. Sembremos con nuestras elecciones tamaña confianza.

¡Shabat Shalom!
Seminarista Dr. Gabriel Pristzker
Kehilá de Córdoba, Argentina

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