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Parashat Mishpatim

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Comentario de parashat Mishpatim, por el rabino Pablo Berman, de la Comunidad Masortí de Curitiba, Brasil

Cuéntame un cuento

Seguramente todos conocen los derechos del niño, ¿no? Muy bien, pues hoy les voy a enseñar algunos derechos que todos los niños tienen, y que debiéramos cumplir. Todo niño, sin distinción de raza, idioma o religión, tiene derecho a escuchar los más hermosos cuentos de la tradición oral de los pueblos, especialmente aquellos que estimulen su imaginación y su capacidad crítica.
Todo niño tiene pleno derecho a exigir que sus padres le cuenten cuentos a cualquier hora del día.
Todo niño tiene el derecho a saber quiénes son los autores de los cuentos más famosos. Las personas adultas están en la obligación de poner al alcance de los niños todo tipo de libros, cuentos e historias.
El niño también tiene derecho a inventar y contar sus propios cuentos, así como a modificar los ya existentes, creando su propia versión.
El niño tiene derecho a elegir cuentos nuevos. Los adultos están en la obligación de nutrirse permanentemente de nuevos e imaginativos relatos, propios o no, con o sin reyes. Largos o cortos. Lo único obligatorio es que sean hermosos e interesantes.
El niño siempre tiene derecho a pedir otro cuento y a pedir que le cuenten un millón de veces el mismo cuento.
El niño, y también nosotros los adultos, siempre tenemos derecho a pedir otro cuento y a pedir que nos cuenten un millón de veces el mismo cuento.
Y eso es lo que hemos hecho estos últimos 3300 años: contar año tras año la misma historia, la Torá, que Moshé recibe en el monte Sinaí. Esas son las historias que nos han contado; la grandeza y las debilidades de nuestros patriarcas, sus aciertos y sus errores, los milagros de Dios, las palabras de los Profetas, los relatos de nuestro pueblo, esas historias son las que contamos ayer y seguimos contando hoy, porque son nuestra tradición, nuestra historia como Pueblo.
Luego de recibir los 10 Mandamientos, Moshé le transmite al pueblo una serie de leyes complejas y desordenadas que Dios le explicó a Moshé, mientras estaba en el monte Sinaí. ¿Cómo transmitir al pueblo esto? ¿Cómo transmitir a cientos de miles de personas adultas estas leyes y esta forma de vida, para que fueran aceptadas por todos?
Vaiabo Moshé, vaisaper laam et kol dibrei Ado-nai veet kol hamishpatim.
“Vino entonces Moshé y relató al pueblo todas las palabras de Dios y todas estas leyes.”
Moshé relató al pueblo lo que Dios le había dicho; relató las palabras, después relató las leyes, la parte más difícil. Primero relató las palabras de Dios. Reunió al pueblo, hizo una gran ronda, hasta les podría agregar que encendió una enorme fogata y al calor de ese fuego, y afectuosa y calurosamente, el líder del pueblo comenzó a relatar a su pueblo lo que le había contado Dios, como un cuento que cuentan los padres a sus hijos.
Observemos qué interesante lo que escribe Silvia Schujer: Cada uno de nosotros somos sujetos inacabados que solo nos podemos completar contando historias. Con los cuentos contados y los cuentos por contar. Porque contar y escuchar historias es un deseo tan antiguo como la humanidad, un deseo compartido por todas las culturas y todas las geografías. Y esto es muy posible que haya surgido por la necesidad de explicarse la vida, transmitir experiencias. O para conservar la memoria colectiva y, de esa manera, registrar el pensamiento, o simplemente por el gusto de inventar historias, crear realidades que den cuenta de acontecimientos verídicos o ficticios, o dar noticias sobre personajes famosos y lugares lejanos. Pero en todos los casos, un deseo puesto a hablar sobre las relaciones de las personas, o con fuerzas sobrenaturales. Con aquellas cosas que no terminamos de comprender acerca de la vida y de la muerte. A fin de cuentas un deseo puesto a rastrear, perturbar, comprender, subsanar, la relación de cada uno de nosotros consigo mismo y con el mundo.
“Vino entonces Moshé y relató al pueblo todas y cada una, las palabras de Dios, y todas las leyes.” Y escuchen lo que en ese instante dijo el pueblo: “respondió todo el pueblo con una sola voz y dijeron: ‘Todas las cosas que ha hablado Dios nosotros haremos’”. Kol ejad vaiomru, con una sola voz el pueblo respondió a Moshé.
El pueblo entendió el relato, comprendió las palabras de Dios, y le dijo a Moshé: todas esas cosas haremos. Tan solo le pidieron a Moshé (y esto es pura imaginación de quien escribe estas palabras), “Moshé: cuéntanos una vez más la historia, queremos escuchar otra vez el relato. Por favor Moshé, una vez más.” Y así fue. Seguimos contando la historia una y otra vez, un relato que empezó hace muchos miles de años y que seguimos contando generación tras generación.
Papás, abuelos, abuelas, cuenten cuentos, sienten a sus hijos y a sus nietos en sus rodillas, sigamos contando historias. Solo recuerden una cosa: debemos nutrirnos de relatos imaginativos, hermosos e interesantes, y estoy completamente seguro de que es en nuestra Torá, en los relatos de nuestro pueblo, donde podremos encontrar la mejor fuente de inspiración.

Shabat Shalom Umeboraj,
Rabino Pablo Berman
Comunidad Masortí de Curitiba, Brasil

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