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Cuando la palabra refleja madurez y crecimiento

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Comentario de Parashat Matot, por el rabino Pablo Gabe, de la Kehilá de Córdoba, Argentina.

Existen algunas oportunidades en donde ciertos relatos que suceden dentro de la Torá, tienen su correlato fuera del canon de la Torá o Pentateuco. En la sección de esta semana, nos enfrentamos a una situación que sucedió en el momento previo al ingreso a la tierra de Israel. Las tribus de Reubén, Gad y media de Mensahé, entienden que el territorio que se encuentra por fuera de los límites de la tierra prometida, les es más favorable para su instalación y vivienda. Solicitan por eso, autorización a Moshé para permanecer en aquellas tierras. Se comprometen, sin embargo, ingresar con el resto del pueblo a la tierra y, una vez establecido en aquel territorio, volver a las tierras que ellos eligieron para permanecer, dejando allí a sus familias.

Los años pasaron, el pueblo ingresó a la tierra y logró su estabilización dentro de la misma. Las tribus de Gad, Reubén y media de Menashé, acuerdan con Ioshúa (quien había sucedido a Moshé), volver a los territorios que originalmente habían preferido quedarse y establecerse allí con sus familias. El líder autoriza al pueblo a retornar, con la expresa prohibición de construir altar alguno. El único que podía erigirse era el de la ciudad de Shiló. Si bien esta orden es acatada por la tribu, se nos cuenta en el libro de Ioshúa que, años más tarde, fue erigido un altar en estos territorios en donde se establecieron las tribus que habían elegido vivir en otro lugar, desatendiendo la orden que se había formulado. ¿Cuál fue la reacción del pueblo?Fue enviado un grupo de hombres a cuestionar esta situación. Si bien cualquiera que esté leyendo esto, no se sorprendería ni se sobresaltaría acerca de esta situación, tenemos que saber quiénes eran estos hombres que van a cuestionar dicha actitud. Solo uno ya nos suena conocido: Pinjas Ben Eleazar, Ben Aharón HaKohén.

Para aquellos que no lo recuerden, Pinjás es conocido como aquella persona que, asesinando a otras dos, hizo justicia. En aquel tiempo, el pueblo había caído en las tentaciones de las mujeres de Midián. Tal es así que uno hombre de Israel intimó con una mujer de aquel pueblo. Pinjás, en un arranque de ira, atraviesa con una lanza tanto al hombre como a la mujer. Y de él se dice que trajo la paz a Israel.

Esta misma persona, Pinjás Ben Eleazar, Ben Aharón HaKohén, fue quien se dirige hacia el territorio donde se construyó un altar, donde estaba prohibido llevarlo a cabo. Cualquier persona podría imaginarse que se venía otro enfrentamiento. Otro arranque de ira contra aquellos que se rebelaron contra la orden del líder. Sin embargo, y gracias a D’s, nada de esto ocurrió.

Pinjás estableció un diálogo con aquellas tribus que se encontraban por fuera del pueblo y que habían decidido construir el altar. Le explicaron que el objetivo era tener un símbolo que los uniera con el resto del pueblo, más allá de la distancia física que los separaba. Pinjás no solo que comprendió esta situación, sino que también aprobó esta buena intención de aquellas tribus.

¿Qué destacamos? El diálogo por encima de la violencia. La posibilidad de hablar y de comprender la posición del otro, sin necesidad de llegar al enfrentamiento. Al mismo tiempo, el crecimiento de Pinjás y su maduración. Otrora había reaccionado violentamente. Años más tarde, logró entender que si el ser humano tiene la bendición de dialogar, no hay nada mejor que darle uso para que, algún día, todos los seres humanos podamos dialogar. Incluso, sin coincidir plenamente en las posturas, poder respetarnos y vivir todos en paz.

¡Shabat Shalom!
Rabino Pablo Gabe
Kehilá de Córdoba, Argentina

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