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El respeto de todos y de cada uno

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Comentario de Parashat Bemidbar, por el rabino Pablo Gabe, de la Kehilá de Córdoba, Argentina

La Parashá de esta semana, inaugura el cuarto libro de la Torá, llamado Bemidbar. La sección de esta semana recibe el mismo nombre, traducido al castellano como números. Cabe recordar en esta oportunidad, que el nombre de cada libro de la Torá tiene un significado en especial. El nombre hebreo que recibe hace referencia a la primera o a las primeras palabras con la que el mismo comienza. Sin embargo, el nombre en español es una suerte de referencia a la temática que contiene. En el caso de esta Parashá y del Sefer Bemidbar (Números) en especial, son las reiteradas oportunidades en la que Dios lleva a cabo un censo en el pueblo.

En esta semana, nos hablará acerca del censo de la población que realiza Moshé, por orden de Dios, proyectado a una edad específica. El objetivo era contabilizar a todos aquellos hombres mayores de 20 años. Ellos eran los que estaban capacitados para ir a una hipotética guerra.

La contabilidad se llevaba a cabo, dividiendo las diferentes tribus que conformaban el pueblo. Cada tribu censaba a su población, y luego se llevaba a cabo la suma total de cada una.

Por otra parte, en esta Parashá encontramos la ordenación de los Kohanim (Sacerdotes) y Levihim (Levitas) como responsables del trabajo vinculado con el culto y el santuario. El comienzo del capítulo 3, nos introduce en el tema:

“Estas son las generaciones de Aharón y Moshé en el día en el que había hablado Ad’ a Moshé en el Monte Sinaí. Y estos son los nombres de los hijos de Aharón: el primogénito Nadab y Abihú, Eleazar e Itamar” (Bemidbar 3:1-2).

La razón principal de la distinción de la tribu de Leví frente a las otras tribus del pueblo de Israel es que la primera estaba dedicada a algo que solo ella podía hacer: El Servicio a Dios. De manera tal, que no solían llevar a cabo tareas relacionadas con la guerra o la defensa de la población. En cambio, eran los responsables de llevar a cabo el culto y de que todo el pueblo pueda participar desde su lugar. Es decir, cada uno ocupaba un rol bien definido.

Esto, lejos de resultar chocante u ofensivo, representaba una interesante división del trabajo. Todos aportaban lo suyo, para el bienestar del otro. Lo interesante, en realidad “tristemente interesante”, es que esto nos resulte, redundantemente, interesante. Los levitas no acusaban ni de ignorantes, ni de herejes al resto del pueblo. Así como las otras tribus, no acusaban ni de vagos ni de inútiles a los de Leví. Todos entendían que la tarea de uno, claramente definida, servía a todo el pueblo. Cada uno desde su lugar, se esforzaba por llevar a cabo su tarea. Y la suma de las diferentes partes, permitía el desarrollo y la continuidad de todos. Respetando todos y cada uno, el lugar y la tarea del otro.

Shabat Shalom!
Rabino Pablo Gabe
Kehilá de Córdoba, Argentina

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