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Parashat Shoftim: Asumir o no asumir

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Comentario de Parashat Shoftim, por el rabino Marcelo Polakoff, de la Kehilá de Córdoba, Argentina

 

“Asumir o no asumir, ésa es la cuestión”, diría algún émulo de Shakespeare con ribetes de politólogo.
Porque si es que queremos ser precavidos –y lo mismo pretendemos de nuestros dirigentes– habría que preguntarse si realmente podemos afirmar que alguno de ellos (o ellas) asumieron en el momento en que les tocó pronunciar sus juramentos.
No se trata de ser exquisito. Se trata de ofrecer un poco de claridad para algunos conceptos que, de tan manoseados, van perdiendo su ingenuo e inapreciable encanto primigenio.

Insistir en mi enojo con el grueso de los diccionarios etimológicos ya me resulta repetido, pero a la hora de escudriñar los sentidos ocultos de términos que hacen a nuestra vida cotidiana, retroceder solamente hasta el latín o el griego sin ir más allá, se torna muchas veces en un viaje a medias, en una travesía estéril.
Presumo que debo explicarme y asumo este desafío en grado sumo. Entonces pregunto: ¿qué tienen en común “asumir”, “presumir” y “suma”? Pues parece que el latín no es de mucha ayuda. Veamos: tanto “asumir” cuanto “presumir” vienen del verbo latino sumere que implica “tomar”. El “a” y el “pre” son obvios. ¿Se trataría de tomar qué? ¿Un puesto, tal vez, para explicar lo que significa “asumir”? Y en el caso de la presunción, se tomaría… ¿una opinión? No es muy claro, y menos aún si integramos el vocablo “suma” a esta colección, proveniente de otra raíz latina (summa) que por supuesto implica la totalidad, y que está –en principio al menos– absolutamente desvinculada de toda asunción, por más presumida que sea…
¿Qué hacemos entonces? Pues nos vamos más para atrás, hasta el hebreo, a fin de encontrarnos con el origen de buena parte de nuestro castizo. Nos toparemos allí con la palabra shuma que denota una valoración, una estimación, una cotización, hermana melliza de sum (porque la sh, y la s se escriben igual en la consonancia hebraica y muchas veces se intercambian entre sí) que no casualmente quiere decir “asumir” el mando.
Más clarito y más parecido aparece esta semana en el texto bíblico (Deuteronomio 17:14) cuando el pueblo de Israel susurra que tendrá un rey diciendo “ASIMA alai melej”, cuya traducción más precisa sería “que asuma sobre mí un rey”.
Revelado ya el misterio del origen, comprendamos aquel vínculo inquirido algunas líneas más arriba. Así, no asume el poder quien es nombrado, votado o elegido, sino sólo porque tiene la suma –es decir, la valoración y la estima– de quien lo apodera. Y recién podrá presumir de tal nombramiento cuando sea justamente capaz de asumir (nuevamente, en el sentido de valorar) la tarea para la cual fuera convocado.
En cierta forma podríamos sugerir –ahora sí con un tanto más de resplandor– que para asumir (con todas las letras) se tarda bastante más de lo que a primera vista pareciera.
Es que el liderazgo, al decir del Talmud (Horaiot 10b) no es poder y dominio, sino servidumbre.
Y ese concepto, tan habitual para la concepción republicana de los sabios de hace dos milenios, no necesariamente es cabalmente percibido en nuestros días.
Y disculpen mi insistencia por los orígenes, pero estamos hablando de lo que significa gobernar, un verbo que constituye otro de los tesoros más sublimes de la lengua hebrea, donde gueber es “hombre”, y guibor significa “héroe”. Quitémosle el contenido machista (más que nunca en estas épocas) y entendamos que “gobernar”, con acento judío, implica poner un poco de hombría de bien, un toque de humanidad diría, en lo relativo a lo social.
Una señal de un buen gobierno sería en consecuencia asumir mucho, presumir poco y sumar, un sumar siempre humano.

¡Shabat Shalom!
Rabino Marcelo Polakoff
Kehilá de Córdoba, Argentina

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