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Parashat Trumá

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Comentario de Parashat Trumá, Por el rabino Rabino Rami Pavolotzky, de la Congregación B´nei Israel, Costa Rica

Invertir en nuestro interior

La parashá de esta semana es la primera de una larga lista de textos que, con algunas interrupciones, se ocupan del Mishkán (Tabernáculo) y el ritual que giraba a su alrededor. Específicamente en nuestra parashá, Dios da la orden de construir el Tabernáculo y los utensilios que habría de contener. En particular se describe cómo habría de ser el Arón, el Arca, el mueble que debía guardar las Tablas de la Torá o Testimonio (Edut), siguiendo la interpretación de Ibn Ezra.
Acerca del Arca, Dios le ordena a Moshé: “La revestirás de oro puro, por dentro y por fuera la revestirás…” (Éxodo 25:11). Es entendible que el utensilio en el que se abría de depositar el símbolo concreto del pacto entre Dios y el pueblo de Israel fuera revestido en oro, material precioso y atractivo. Sin embargo, llama la atención la necesidad de recubrir el Arca en oro puro también por dentro, ya que las paredes interiores solo podían ser vistas en las contadísimas ocasiones en que el Arca se abría. ¿Para qué gastar tanto dinero en algo que estaba llamado a permanecer oculto?
Esta pregunta ya fue formulada por nuestros sabios en el Talmud (Iomá 72b). Ellos entendieron que la Torá nos quiere enseñar una lección con respecto a los Talmidei jajamim, los sabios, quienes son vistos metafóricamente como los custodios de la Torá. Ellos, como el Arca, también deben ser puros tanto por fuera como por dentro, evitando la hipocresía y practicando la sinceridad. No solo en el dominio público deben los sabios y maestros ser un ejemplo para los demás, sino que también en el ámbito de lo privado deben ser temerosos de Dios y actuar de acuerdo a lo que predican.
Me gustaría agregar a esta bella lección un consejo para todos nosotros: así como invertimos en nuestro aspecto exterior, debiéramos invertir en nuestro aspecto interior. Todos gastamos dinero y tiempo en mantener y mejorar la forma en que lucimos: hacemos ejercicio, dietas, a diario intentamos vestirnos adecuadamente, nos lavamos, afeitamos, maquillamos, peinamos, etc. Además, cada vez que vamos a aparecer frente a otras personas, dedicamos unos instantes a mejorar nuestra apariencia. Sería un buen ejercicio contar el tiempo neto que pasamos cada día dedicados a lucir mejor; seguramente nos sorprenderían los resultados.
Cabe preguntarnos entonces: ¿cuánto tiempo y dinero invertimos en lucir mejor “por dentro”? ¿Acaso buscamos con la misma perseverancia cultivar nuestro espíritu y embellecer nuestra alma? Debiéramos incluir siempre en nuestras agendas un tiempo para leer, para disfrutar de música ennoblecedora, para estudiar, para debatir, para pensar, etc. En nuestra tradición, este principio está muy claro y fue enunciado por el sabio Shamai cuando dijo: Asé Toratjá keba, ”fíjate un tiempo para el estudio de la Torá” (Mishná Avot 1:15). No alcanza con el estudio circunstancial, con las enseñanzas que uno puede obtener “cuando tenga un ratito libre”. Se nos pide un esfuerzo concreto para dedicarle tiempo y dinero específicos al cultivo de nuestro espíritu.
Así como el Arca que contenía las Tablas del Testimonio estaba revestida en oro puro por dentro y por fuera, así también nosotros debiéramos aspirar a lucir bien no solo en nuestro aspecto exterior. Aun cuando solo nosotros podamos percibirlo, la diferencia es abismal.

Shabat shalom,
Rabino Rami Pavolotzky
Congregación B´nei Israel, Costa Rica

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