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Ser puercoespines

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Comentario de Tisha BeAv, por el seminarista Dr. Gabriel Pristzker, de la Kehilá de Córdoba, Argentina

Acercándose Tishá BeAv (literalmente 9 en el mes hebreo de Av, este año el próximo sábado 25 al anochecer), el llamado «día de duelo nacional» del Pueblo Judío, me vienen para reflexionar junto a ustedes una fuente y una idea:

– El Talmud (Tratado de Ioma 9b) nos enseña que el (segundo) Templo (de Ierushalaim) fue destruido por el odio gratuito que había entre nuestros antepasados, «sinát jinám» en la expresión de nuestros sabios.

– En un artículo de Seymur Siegel, profesor de Ética y Teología del Seminario Teológico Judio de Nueva York leí hace muy poco días: «Como lo advirtió Oscar Wilde, la moral es la actitud que adoptamos hacia la gente por la que personalmente tenemos disgusto. A pesar del sarcasmo, refleja una verdad básica, la gente buena no necesita generalmente frenos morales. Éstos son necesarios cuando están en juego nuestros propios intereses personales, nuestras pasiones» (Revista Majshavot, abril-junio 1979).

Disgusto con el prójimo, odio carcomiendo vínculos e in-moralidad, receta magistral para la desintegración del entramado social que precedió a la desaparición de lo que ya no tenía razón de ser: los templos de Ierushalaim (¿ y las sinagogas de hoy?) tan sólo cúmulos de piedras frías que, mucho tiempo antes de su destrucción habían perdido la categoría de «sagrados», dado que quienes los frecuentaban, los seres humanos, se encontraban ya profanados en relación a la discapacidad de construir relaciones humanas.

Juntando todas las ideas arriba mencionadas, y con la intención de hacer que Tishá BeAv realmente se transforme en un día de futura celebración según la visión (y el anhelo a mi entender) de nuestra tradición oral me recuerdan finalmente esta fábula simple, pero no por eso menos sabia:

Durante la era glacial, muchos animales morían por causa del frío. 
Los puerco-espines, percibiendo la situación, resolvieron juntarse en grupos, así se abrigaban y se protegían mutuamente, mas las espinas de cada uno herían a los compañeros más próximos, justamente los que ofrecían más calor. 
Por eso decidieron alejarse unos de otros y comenzaron de nuevo a morir congelados. 
Entonces precisaron hacer una elección: o desaparecían de la Tierra o aceptaban las espinas de los compañeros. 

Con sabiduría, decidieron volver a estar juntos. 
Aprendieron así a convivir con las pequeñas heridas que la relación con un semejante muy próximo puede causar, ya que lo más importante era el calor del otro. 
Y así sobrevivieron. 



MORALEJA:

 La mejor relación no es aquella que une personas perfectas, es aquella donde cada uno aprende a convivir con los defectos del otro.

 

Con los deseos de nejamá, consuelo, y shabat shalom, un Shabat en paz,
Seminarista Dr. Gabriel Pristzker

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