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Un buen nombre

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Comentario de Parashat Koraj, por el rabino Pablo Gabe, de la Kehilá de Córdoba, Argentina

Parashat Koraj nos relata uno de los acontecimientos más duros que debió enfrentar Moshé, a lo largo de la travesía por el desierto. Koraj, proveniente de la misma tribu que Moshé (Leví), reúne más de doscientos cincuenta hombres para plantearle a Moshé que ya están hartos de su liderazgo. Que todos son santos y entre ellos está Ad’. Por lo tanto, ya es hora que Moshé deje el mando y lo delegue a otras personas.

Cuando menciona a este grupo de hombres que plantean sacar a Moshé de su lugar de liderazgo, la Torá los menciona como “Anshei Shem” (Hombres de nombre). ¿Cuál será la razón por la que debe aparecer esta aclaración? ¿Qué puede querer decir que eran “hombres de nombre”?

A lo largo de la Torá, los nombres de los personajes suelen estar asociados a ciertas circunstancias que acompañaron a su nacimiento a la situación cercana al mismo. Hagamos un poco de memoria.

Noaj: Quien trajo Nejamá, consuelo a la tierra, luego de que haya sido maldecida por Dios en tiempos de Adám y Javá. Itzjak, por el Tzjok, por la risa y la alegría que les proporcionó a sus padres, saber que llegaría al mundo. Iaakov, por haber nacido agarrado del Akev, del talón de su hermano Eisav. Moshé, porque Min Hamaim Meshitiu, de las aguas fue rescatado por la hija del faraón. Es decir, que en todos estos casos, el nombre que recibe una persona, por parte de sus padres, aparece relacionado con circunstancias ajenas a él. Es decir, no solo que nadie decide que nombre tenemos, sino que no podemos hacer nada en forma consiente para ser merecedores o no de ese nombre.

Sin embargo, y dando un paso más adelante en este tema, el Midrash (Kohelet Rabah), nos cuenta que cada uno de nosotros, recibe tres nombres en su vida. El primero, como es de imaginarnos, es el que nos dan nuestros padres, de acuerdo a lo que esperan de nosotros. El segundo, es el que nos da la sociedad de acuerdo a nuestras características físicas y a como nos ven. El tercero y finalmente el más importante, es aquel que nos da la sociedad de acuerdo a las características de nuestros propios actos. Es el nombre que nos ganamos ciento por ciento nosotros, según como nos comportamos.

Koraj, sin centrarnos ni en la etimología ni en la historia de este nombre, necesito hacerse llamar a él y a su grupo “Anshei Shem”, hombres de nombre. ¿Por qué? Se me viene a la mente una frase con la que crecí y que me ha servido mucho: “Dime de qué te jactas y te diré de qué careces”.

Cuando alguien busca demostrar que es más de lo que realmente es, es dable de sospechar de esa persona. El Talmud lo describe de manera impecable: “El honor huye de quien lo persigue. El honor persigue a quien huye de él” (Talmud Babilónico, Tratado de Eruvin 13b).

Koraj necesitó hacerse llamar “hombre de nombre”, porque su nombre era demasiado pequeño para el lugar, que esperaba ocupar.

Shabat Shalom!
Rabino Pablo Gabe
Kehilá de Córdoba, Argentina

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