Comentario de Parashat Bo, por el rabino Pablo Gabe, de la Kehilá de Córdoba, Argentina
“Todo tiene su momento y todo cuanto se hace debajo del sol, tiene su tiempo” (Kohelet 3:1)
Las diez plagas con las que Dios castiga a Egipto, no se encuentran en una única Parashá. Podríamos llegar a imaginarnos que, dado que son una unidad temática en sí misma, debieran de estar todas juntas. Sin embargo, para abrirnos ya a una pregunta, la Torá nos nuestra que hay una separación entre ellas. Las primeras siete están en Parashat Vaerá (la cual leímos la semana pasada). Obviamente, vamos a encontrar en esta semana, las últimas tres. Por lo tanto, estamos intelectualmente obligados a preguntarnos por qué es que existe tal división entre las plagas.
En el comienzo de esta Parashá, encontramos algo que nos llama poderosamente la atención. Dios le ordena a Moshé que vaya a hablar con el faraón, debido a que Dios endureció el corazón del rey. Ante este hecho, cabe hacernos una pregunta: ¿Acaso Dios controla los actos de los seres humanos, o nos dotó de un libre albedrío? Esta pregunta debe ser formulada en el siguiente esquema de razonamiento: Entendemos el concepto de endurecer el corazón del faraón, como una suerte de intrusión de Dios en el libre albedrío del rey de Egipto. Él ya no pude decidir por sí solo si dejará o no salir al pueblo del Israel.
Dos preguntas tenemos, y aun no hemos podido responder a nada. No sabemos el por qué de la separación de las plagas, en dos grupos. Tampoco entendemos qué es esta situación en donde el faraón ya no puede decidir. Su corazón, ya endurecido por Dios, no lo deja decidir.
¿Fue la decisión negativa del faraón, completamente suya? ¿Fue Dios quien le endureció su corazón y no lo dejó actuar de otra manera?
Podemos llegar a encontrar una respuesta que se ubique en el medio de las dos posibilidades. Es decir, pensar que no fue completamente suya, ni tampoco fue algo que fue decidido por fuera de él.
Salgamos por un momento del faraón. Nuestras decisiones, ¿son siempre tomadas de forma racional? ¿Acaso no existe un momento (o varios) en donde decidimos cosas basados en nuestros impulsos, sin pensar fríamente en lo que estamos decidiendo?
El Faraón no tenía ninguna intención de dejar salir al pueblo. Desde el principio se mostro reacio a esa posibilidad. Sin embargo, podríamos imaginarnos que las repetidas plagas, que incrementaban el daño sobre Egipto, podrían haberlo hecho cambiar de parecer. Eso pudo haber pasado. Personalmente, siento que el faraón quiso cambiar el rumbo de sus decisiones. O al menos, una parte de él así lo quiso. Y aquí es que respondemos a una de nuestras preguntas.
En las primeras siete plagas, era el faraón que voluntariamente, se negaba a dejar salir al pueblo de Israel. En las últimas tres, en esta Parashá, ya Dios había endurecido su corazón. Este endurecimiento, no solo es producto del actuar divino. Fue el mismo Faraón quien, tercamente, se negaba a dejar salir al pueblo. Llegó un momento que de tanto empecinamiento, su corazón se endureció y ya era demasiado tarde.
¿Dios decidió todo? No lo sabemos. El Faraón tuvo su responsabilidad. ¿Cuál es el sentido de todo esto? Como dice Kohelet, como abrimos estas líneas: “Todo tiene su momento (…)”. El Faraón tuvo su tiempo de arrepentirse, de ir hacia atrás y volver a empezar. De dejar salir a Israel. Pero no supo verlo. Después, fue demasiado tarde.
¡Shabat Shalom!
Rabino Pablo Gabe
Kehilá de Córdoba, Argentina
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