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Haciéndonos cargo de todo y de todos

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Comentario de Parashat Ki Tissá, por el rabino Pablo Gabe, de la Kehilá de Córdoba, Argentina.

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Parashat Ki Tissá nos relata uno de los episodios más tristemente conocidos dentro del texto bíblico: El becerro de oro. La situación en la que se encuentra envuelto el pueblo es sumamente conflictiva. Moshé había ascendido a la montaña para tallar las tablas de la ley. Ley, que había sido mencionada oralmente tiempo atrás, en lo que se conoce como “Maamad Har Sinai”, el encuentro entre el pueblo y D’s, a los pies del monte.

De acuerdo al texto, habría existido cierta demora de Moshé en regresar junto al pueblo. Moshé se había comprometido a regresar a los cuarenta días, pero hubo un error en el cálculo. Inmediatamente cumplido el tiempo, el pueblo comenzó a desesperarse frente a la desaparición de su líder. La persona que los había sacado de Egipto, ahora los había abandonado. Esto llevó a que el pueblo, o un sector del cual hablaremos en breve, se congreguen frente a Aarón y le reclame que se haga cargo de la situación. Sin embargo, y como cualquiera de nosotros podría llegar a imaginarse, no le solicitaron que él tome el liderazgo. Tampoco le pidieron que elija a otra persona para colocarse a la cabeza del pueblo. El pedido fue otro, y bien claro: “Haznos dioses que vayan delante nuestro, porque es Moshé el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, y no sabemos qué fue lo que le ocurrió” (Shmot 32:1).   

La solicitud fue clara. Aarón debía construir un Dios que los acompañe, que los conduzca. Ahora bien, la Torá nos permite estudiar palabra por palabra, y de esa manera entender lo que a primera vista, no parece estar. Luego de que el becerro fue construido, la Torá nos relata: “Entonces todos dijeron: Este es tu D’s, Israel” (Shmot 32:4). ¿Qué es lo que nos llama la atención de esta última expresión del texto de la Torá? ¿Quiénes reclamaban un Dios? Claramente, el pueblo de Israel. Esto se desprende del pedido a Aarón. Sin embargo, mirando finamente, vemos que en la expresión posterior, la frase habla en segunda persona. Cuando el texto dice “este es tu D’s, Israel”, parecería que quien habla no es Israel sino alguien o algún grupo que no se considera parte. Debería decir “este es nuestro D’s”. ¿Quién habla? ¿Quién fue quien hizo el becerro?

Al salir de Egipto, nos cuenta la Torá que no solo el pueblo de Israel salió de aquellas tierras. “Y también el Erev Rab salió con ellos” (Shmot 12:38). ¿Quién es el Erev Rab? ¿A qué pueblo se refiere? La gran mayoría de los exégetas sostienen que eran pueblos que, aprovechando la salida del pueblo de Israel, también salió con ellos. Sin embargo, nunca más fueron mencionados en la Torá. No son contados en ninguno de los censos que realizó el pueblo, y que son mencionados en Sefer Bemidbar. Es decir, es un grupo dentro del pueblo de Israel, que nunca fue tenido en cuenta por el mismo.    

Este grupo es, de acuerdo a los exégetas, los responsables de haber hecho el becerro de oro. De ahí que la segunda persona, en la que está escrita esa frase de la Torá, les permite argumentar esta acusación. Esto, lejos de justificar el becerro y liberar a Israel de la responsabilidad, tiene otra lectura.

Cuando no dejamos ser parte, a otros que quieren serlo; cuando segregamos y marginamos a los diferentes, no permitiéndoles que sean parte de nuestro colectivo, hay veces que esa exclusión puede llegar a ser más problemática que la inclusión primera, la cual reclaman estos grupos, y nosotros ofrecemos solo una negativa.

Es necesario hacernos cargo.

Shabat Shalom!

Rabino Pablo Gabe

Kehilá de Córdoba, Argentina.

 

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