Comentario de Parashat Shoftim, por el rabino Pablo Gabe, de la Kehilá de Córdoba, Argentina
“Cuando tengan que juzgar un caso demasiado difícil, ya sea de muerte, pleito, heridas corporales o cualquiera otra cosa que ocurra en vuestra ciudad, deberán ir al lugar que el Señor vuestro Dios haya escogido y deberán ponerse en contacto con los sacerdotes levitas y con el juez de turno para exponerles el caso. Ellos dictarán entonces la sentencia que corresponda al caso, y ustedes deberán aplicarla siguiendo al pie de la letra sus instrucciones. Hacer todo tal y como ellos lo indiquen, aplicando la sentencia que dicten, sin introducir ningún cambio” (Devarim 17: 8-11).
Este párrafo correspondiente a la Parashá de esta semana, resulta sumamente importante en la tradición interpretativa del pueblo de Israel. Si bien todos entendemos y aceptamos a la Torá y sus cinco libros como la base de nuestra civilización, la misma no es el único código que rige nuestra vida. Es más, debemos decir que la Torá no es en sí mismo, el libro a través del cual vivimos ni el que rige nuestros destinos todos los días. No es que me haya vuelto un hereje ni mucho menos. Debemos entender algo fundamental en nuestra tradición.
La Torá, como base de nuestra civilización, es el libro que sostuvo al pueblo de Israel desde el momento de su nacimiento y durante todos los siglos que vivió soberanamente en su tierra. Es decir, la Torá en su esencia, es el reflejo de la vida del pueblo de Israel, en la tierra de Israel. Las festividades tienen desarrollado su aspecto agrícola. La Tzedaká se cumple a través del diezmo de la tierra. Shabat es fundamentalmente la fiesta en la cual nos abstenemos de hacer trabajos de campo, etc. Todo esto tiene una razón: La tarea agrícola era la única tarea material a través de la cual, el pueblo de Israel manejaba su vida social, económica y espiritual. No existía otra forma de vida que no sea a través de la tierra.
Ocurrió entonces un acontecimiento triste en nuestro pueblo, que obligó a un cambio radical: El exilio. El pueblo de Israel, en dos oportunidades, perdió su soberanía sobre su tierra y esto le exigió re-pensar toda su práctica religiosa. De pronto, la tierra no nos pertenecía. No podíamos ni diezmar, ni sembrar, ni cosechar, ni hacer descansar la tierra, ni nada de lo que la Torá nos ordenaba.
Es en este contexto que comienza a formarse la literatura rabínica. La interpretación por parte de los sabios, para re-pensar las prácticas ordenadas en la Torá, a los ojos de las nuevas realidades que vivían. No fue necesariamente algo antojadizo ni arbitrario. Lo entiendo como una necesidad de mantener viva una tradición, frente a cambios sumamente fuertes que vivía nuestro pueblo.
La Mishná, la Guemará (que forman el Talmud), los Midrashim y finalmente los códigos legales, son los textos por medio de los cuales vivimos hoy como judíos. De hecho, la palabra que designa el término Ley, se dice en hebreo Halajá. La misma deriva de las palabras Halijá (el caminar), Lalejet (caminar). Por lo tanto, la Halajá no es solamente la ley. Es fundamentalmente, el camino por el cual el judío anda todos los días de su vida.
La base del judaísmo es ser una tradición interpretativa. Y como lo dice la misma Torá, son los jueces de cada época los que interpretan y deciden qué camino tomar. Dios ya dejó la tradición en manos de los seres humanos. Somos nosotros los únicos guardianes de ella.
¡Shabat Shalom!
Rabino Pablo Gabe
Kehilá de Córdoba, Argentina
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