Comentario de Parashat Lej Lejá, por el seminarista Dr. Gabriel Pristzker, de la Kehilá de Córdoba, Argentina
Parashat Lej Lejá es la historia del pacto de Dios con Abraham y, por extensión, con todas las futuras generaciones del pueblo de Israel. El apogeo de esta historia es la mitzvá del “Brit Milá” del “Pacto de la circuncisión”. Pocas mitzvot en nuestra tradición se han mantenido tan firmes en todo su compromiso y observancia como se ha mantenido el ritual del “Bris” (“circuncisión” a la usanza ashkenazí). Pocas mitzvot tienen la intensidad emotiva y la fascinación que permea a todo brit milá.
¿Por qué realizamos este asombroso ritual? Según la Torá, observamos la mitzvá de la circuncisión como símbolo de nuestro pacto con Dios, como dice literalmente la Torá: “Circuncidaréis la carne de vuestro prepucio; lo que será por señal del pacto entre Mí y vosotros… Así estará Mi pacto en vuestra carne como pacto eterno.”.
Si el pacto concretado entre Dios y Abraham es una idea, es un compromiso contraído que debe ser simbolizado en el cuerpo mismo, lo primero que nos enseña el “Brit Milá” como concepto es que, por un lado, las ideas deben estar acompañadas de acciones.; me enseña que el pacto debe ser tangible y el pacto va a marcar el órgano de nuestro cuerpo por el cual somos progenitores de nuestro hijos, lo que me esta hablando de las futuras generaciones, de la continuidad del pueblo del pacto. Pero por otra parte, la circuncisión, la “Milá” sin idea de “Brit” pierde su carácter esencial. Las acciones y los hechos que no tienen una raíz ideológica son actos mecánicos, automáticos… carentes de sentido.
Lo segundo que me enseña el “Brit Milá” lo comparto desde un midrash (una interpretación de nuestros Sabios) y que aprendí de un texto de la Rabina Lauren Eichler Berkun.
Cuenta la historia de una discusión entre el gobernador romano Rufus y Rabí Akiva. Rufus le pregunta a Rabí Akiva por qué se circuncidan los judíos. En su respuesta, Rabí Akiva afirma que: “Los trabajos de los seres humanos son más hermosos que los trabajos de Dios”. Para probar su punto, Rabí Akiva le presenta a Rufus mazorcas de grano y delicados panes, diciendo: “Las mazorcas de grano son obra de Dios, los panes son obra de los hombres; ¿no son acaso más hermosos los panes?” Rabí Akiva trae entonces tallos de lino y vestidos elaboradamente tejidos. Explica: “Los primeros son obra de Dios; los segundos, obra de los hombres. ¿No son más de admirar los vestidos?”
Dice la Rava Berkun “Este midrash articula una teología del pacto y una interpretación de la circuncisión que sigue teniendo un significado profundo para nosotros en la actualidad. Esta teología afirma que nosotros somos socios de Dios en la creación. La circuncisión sirve de signo de nuestro compromiso de participar con Dios en este proceso continuo. Nuestro papel en el pacto con Dios es ayudar a perfeccionar el mundo en el cual Dios nos ha puesto. Es así que convertimos el grano en pan y el lino en vestidos; luchamos por construir sociedades justas y apacibles; y traemos la presencia de Dios al mundo a través de nuestras oraciones y nuestras mitzvot. La circuncisión es un poderoso recordatorio de que en nuestras manos está la enorme responsabilidad de perfeccionar la creación de Dios; ¡incluso la creación de nosotros mismos! La creación de Dios fue completada en siete días. En el día octavo, nosotros comenzamos a partir de lo que Dios dejó sin hacer. En el día octavo, asumimos nuestro compromiso en el pacto con Dios como arquitectos asociados en la construcción de un mundo mejor”.
¡Shabat Shalom!
Seminarista Dr. Gabriel Pristzker
Kehilá de Córdoba, Argentina
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