Comentario de Parashat Vaierá, por el rabino Marcelo Polakoff, de la Kehilá de Córdoba, Argentina
Bereshit 18:1- 8
El Señor se le apareció a Abraham junto al encinar de Mamré, cuando Abraham estaba sentado a la entrada de su carpa, a la hora más calurosa del día.
Abraham alzó la vista, y vio a tres hombres de pie cerca de él. Al verlos, corrió desde la entrada de la carpa a saludarlos. Inclinándose hasta el suelo, dijo: —Mi señor, si este servidor suyo cuenta con su favor, le ruego que no me pase de largo. Haré que les traigan un poco de agua para que ustedes se laven los pies, y luego podrán descansar bajo el árbol. Ya que han pasado por donde está su servidor, déjenme traerles algo de comer para que se sientan mejor antes de seguir su camino.
—¡Está bien —respondieron ellos—, hazlo así!
Abraham fue rápidamente a la carpa donde estaba Sara, y le dijo: —¡Date prisa! Toma unos veinte kilos de harina fina, amásalos y haz unos panes.
Después Abraham fue corriendo adonde estaba el ganado, eligió un ternero bueno y tierno, y se lo dio a su sirviente, quien a toda prisa se puso a prepararlo. Luego les sirvió requesón y leche con el ternero que estaba preparado. Mientras comían, Abraham se quedó de pie junto a ellos, debajo del árbol.
La pregunta inevitable es ¿qué fue lo que hizo Abraham cuando se le apareció el mismísimo Dios al inicio del capítulo?
De acuerdo al contexto, nuestros sabios nos cuentan que como recién se había realizado su propio brit milá, su propia circuncisión, la visita del Creador era de “bikur jolim”, es decir una “visita a los enfermos”, muy justificada para darle aliento a nuestro primer patriarca que a sus 99 años no la tenía fácil…
Así y todo, ni bien Abraham percibe la presencia de tres extraños que pasan cerca de su tienda, es como si le dijera a Dios: “espere un ratito que tengo gente que atender”, y presuroso se dirige a complacerlos con bebida, comida, sombra y relax.
Una enseñanza clave que va a ser la base de una máxima rabínica que proclama que la atención a los huéspedes es más importante que la atención a la presencia divina, en hebreo גדול הכנסת אורחים מהקבלת פני השכינה
La mitzvá, el precepto de recibir a los huéspedes se dice entonces הכנסת אורחים o sea “hajnasat orjim”, siendo אורח (“oreaj”) el término que define al “huésped”, cuya raíz aliterada nos deja sorprendentemente ante el vocablo אחר (“ajer”) que significa ni más ni menos que “otro”. Vale decir que “el otro” termina siendo más relevante que “el Otro”, o mejor, que todo “otro” es un reflejo del único “Otro”.
¿Será casualidad que אחר (“ajer”) comience con אח (“aj”) que es “hermano”? ¿No habrá aquí un clamor hebreo para no pasar de largo de todo prójimo ya que es en última instancia un hermano?
El brillante filósofo Emmanuel Levinas seguramente percibió el nudo de estos conceptos cuando escribió así en su texto “La huella del otro”:
La epifanía de lo absolutamente otro es rostro; en él el Otro me interpela y me significa una orden por su misma desnudez, por su indigencia. Su presencia es una intimación a responder. El Yo no toma solamente conciencia de esta necesidad de responder, como si se tratase de una obligación o de un deber sobre el cual debiera decidir. El Yo es, en su misma posición y de un extremo a otro, responsabilidad…
Ser Yo significa, entonces, no poder sustraerse a la responsabilidad.
Mientras tanto, conviene recordar aquí que “responsabilidad” en hebreo se dice אחריאות o sea “ajraiut”, una palabra cuya raíz es insoslayablemente אחר (ajer), es decir “el otro”.
La responsabilidad sigue siendo, con acento judío, la habilidad de responder por el otro. Abraham lo entendió por completo.
¡Shabat Shalom!
Rabino Marcelo Polakoff
Kehilá de Córdoba, Argentina
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