Comentario de Parashat Ki Tetzé, por el rabino Marcelo Polakoff, de la Kehilá de Córdoba, Argentina
“Cuando edifiques una casa nueva habrás de hacer un parapeto a tu azotea y no pondrás causal de sangre en tu casa, ya que podría caer el que cayere de ella”.
Este pasuk, este versículo, es una de las tantas mitzvot, de las tantas normas que aparecen en nuestra parashá, la porción semanal de la Torá.
A nuestros sabios les llamó la atención que la Torá nombre a la casa nueva que uno construye, justamente como “bait”, “casa”, pero que en el mismo versículo, cuando se nos impele a agregarle aquella defensa o baranda que evite la potencial caída de una persona protegiéndola de una virtual tragedia, el texto nos habla de “beiteja”, es decir “tu casa”. Como si la posesión de la misma, porque ahora es tu casa, dependiera de la observancia de la mitzvá.
Para entenderlo podríamos recurrir a una contradicción que el Talmud (en Brajot 35a) plantea acerca de dos versículos del libro de los salmos o Tehilim.
Por un lado leemos allí (Salmo 24:1) que “La tierra es del Señor y todo lo que hay en ella”, y sin embargo encontramos en otro salmo (115:16) que “Adonai le entregó la tierra a los seres humanos”.
El Talmud nos enseña que ambos versículos son correctos y lo resuelven afirmando que antes de que recitemos una brajá, una bendición, o de que hagamos una mitzvá, todo evidentemente pertenece a Dios. Pero al reconocer a través de esa brajá o de esa mitzvá que el mismo Adonai es la fuente de todo lo existente, recién allí podemos “poseer” y utilizar lo creado.
Antes de la mitzvá, como en nuestro pasuk de origen, una casa es una casa, “bait”. Y pasa a ser “beiteja”, “tu casa”, cuando le insuflamos a lo material (¿y qué hay más “material” que una casa?) la dimensión espiritual.
Vale decir que la posibilidad de la apropiación debiera estar vinculada a la maravilla de la aceptación de que en última instancia nada poseemos, y que todo viene de Dios, y tan sólo lo tenemos en préstamo o en guarda.
Lo fantástico de la tradición judía es que este “salto” de sentido (ya que hablamos de parapetos), pasa necesariamente a través de la dimensión del otro, del prójimo. Como si la mejor manera de acceder a lo divino pasara por el cuidado del vecino.
Epoca de Elul, de teshuvá, ya asomándose Rosh Hashaná como cumpleaños de la creación toda.
Nuestra gran casa que se renueva.
No dejemos que nadie se caiga.
¡Shabat Shalom!
¡LeShaná Tová Tikatevu!
Rabino Marcelo Polakoff
Kehilá de Córdoba, Argentina
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