Comentario de Parashat Vaigash, por el rabino Pablo Gabe, de la Kehilá de Córdoba, Argentina
La Parashá de esta semana se denomina Vaigash. El término se traduce como “acercamiento”, ya que comienza con el acercamiento por parte de Iehuda hacia Iosef, en plena tensión por el futuro del hermano menor de todos, Biniamin. Hasta este momento, Iosef los había recibido como un líder de Egipto, ocultando su verdadera identidad, debido al resentimiento y al rencor que guardaba de aquellos tiempos, en los cuales sus hermanos lo habían vendido en el desierto.
En esta ocasión, después de haber encarcelado a unos de sus hermanos, de haberlos tratado como espías, de haber dudado de su palabra, se da a conocer frente a ellos. Son ellos quienes no lo reconocen y se sorprenden hasta donde había llegado. Sin embargo, hay que entender algo importante. ¿Cuál fue el móvil que llevó a que Iosef dejara el rol de gobernador de Egipto y se mostrara ante sus hermanos como él?
En todo este “arrepentimiento” de Iosef, hay algo que merece ser destacado. Hubo un hecho fundamental que marcó el quiebre en su forma de actuar. Iosef pide que Biniamín (el hijo menor de la familia) se quede en Egipto detenido. Iosef, sumamente inteligente, había hecho una trampa. Colocó una copa en la bolsa de Biniamín y simuló haber sufrido un robo. Declaró que aquella persona en cuya bolsa se encuentre la copa, se quedará en Egipto como esclavo. Lo hizo con toda la intención de probar a sus hermanos. De saber cómo es que iban a actuar en esta oportunidad, frente a la posibilidad de que su hermano más pequeño, quedara encarcelado en Egipto, lejos de Iaakov.
Iehudá, quien ya perfilaba para ser el líder de la familia, toma las riendas de la situación. Es él quien se pone al frente del problema, proponiéndose él en lugar de su hermano menor. Se ofrece él quedar en la cárcel, para evitar que su hermano pequeño pase por esa situación. Lo destacable es que el mismo Iehudá había sido el que propuso vender a Iosef a la caravana que pasaba en ese momento por el desierto. Efectivamente, Iehudá había tomado conciencia de su actitud que había tenido frente a Iosef, y cambió su forma de pensar. En el pasado, para salvarlo de la muerte, decidió venderlo. En ese presente, para salvar a otro hermano, dio su vida.
Iehudá, como líder de sus hermanos (por fuera de Iosef), entiende que un líder tiene que tomar las riendas de la situación cuando se pone todo más difícil. Un líder no siempre debe ser intransigente con sus decisiones. Habiéndose dado cuenta del error cometido años atrás con Iosef, sabe volver atrás y encontrar otra forma de hacer las cosas. Ante el silencio de sus hermanos, es él quien asume la responsabilidad y termina uniendo a la familia.
Iehudá, quien es llamado por su padre en la bendición “Cachorro de león”, es la base del nuestro pueblo, de los Iehudim, de los judíos. Es algo “muy judío”, saber mirar hacia atrás, aprender de los errores, y tener la sabiduría de volver a empezar.
Shabat Shalom!
Rabino Pablo Gabe
Kehilá de Córdoba, Argentina
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