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¿CRECER HACIA ADENTRO O HACIA AFUERA?

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Por Marcela Zadoff

Como el grito final del soldado herido de muerte, ruidoso y vano, así dicen que es la muerte de una Comunidad. Su frente de batalla: la sociedad ante la cual se niega la asimilación y se afirma la inclusión. Actos públicos de reconocimiento ostentoso brindan la misma calma del mar en retirada, para quienes no conocen en qué consiste la primera etapa de un tsunami. Nos contentamos con la palmada en la espalda y nos horrorizamos cuando, con los mismos criterios de tolerancia e inclusión, los hijos de terroristas montoneros exponen a cielo abierto el apoyo a otros terroristas, como sucede con Pietragalla y su exposición. Entonces es planteado el rol de las entidades comunitarias (el rol de los dirigentes, la queja de quienes no se sienten representados, el silencio de quienes no toman el compromiso comunitario)… Se plantea cómo responder ante acciones claramente antisionistas y por lo tanto antisemitas. Responder sin que la emoción suelte las amarras y sin que el raciocinio baje un ancla demasiado pesada. Crecer para afuera es muy difícil.

¿Qué tal si probamos crecer para adentro?
Cerrar las puertas y dedicarnos con toda energía a promover la matriculación en nuestras escuelas, llenar nuestros templos y entrar en cada casa judía (y mixta) a través de prácticas que en teoría salvan almas y preservan kehilot, tampoco está libre de riesgos.

Queremos paz, luchamos por la aceptación.
Queremos judaísmo, luchamos por ser mejores.
Queremos cosechar, sepamos sembrar, regar, nutrir y salvar.
Salvar con cada tutor ese tronco inclinado.
Salvar ese brote de los yuyos y las plagas que lo atacan.
Unirnos, fortalecernos y amarnos bajo la dulce mirada de Adonai.

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