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Más “Pascuas” que “Pascua”

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Por el rabino Marcelo Polakoff

La pregunta me surgió de golpe, sin previo aviso. Fue el sábado por la noche, camino a la Catedral de Córdoba, donde compartiríamos la vigilia pascual en familia, en el doble sentido del término, ya que iba acompañado de mi esposa y de mi hija para presenciar la celebración de la familia cristiana.

¿Por qué se saluda diciendo “Felices Pascuas” en plural y no en singular? Se me hacía que era a la vez una cuestión igual de sencilla como de profunda. Pero no tenía idea de la respuesta.

Llegamos unos minutos antes y saludamos a nuestro querido monseñor Carlos José Ñáñez, pero como estaba en plenos preparativos, no me pareció prudente interrogarlo allí. Tendría que esperar.

Para mi sorpresa, las solemnes lecturas que se hacían del texto bíblico comenzaron a responder por sí mismas la sinuosa incógnita. Se leyó de la Torá un párrafo del Génesis donde se describía el primer día de la Creación y se subrayaba la aparición de la luz como el elemento esencial que derribaba la oscuridad del abismo por entre las aguas primordiales donde revoloteaba el espíritu divino.

Casi sin pausa se prosiguió con el Éxodo, que daba cuenta de Pesaj como la primera “Pascua” (ambos términos están conectados lingüísticamente) leyendo cómo el pueblo judío liderado por Moisés se abría camino por las aguas abiertas de un enorme mar que los hacía nacer a la luz de la libertad, después de siglos de tenebrosa esclavitud.

Dio por terminada la serie de lecturas de la Biblia hebrea un pasaje más del profeta Ezequiel ­donde revela que, aun cuando el pueblo violase el pacto, la misericordia divina no 
se acabaría, y que después 
de dispersarlos por los con­fines de la Tierra volvería 
a reunirlos en su tierra prometida, como de hecho ha sucedido.

Era el turno ahora del Nuevo Testamento, para retratar lo que la tradición cristiana vive como su “Pascua”, en la que los valores 
de la esclavitud y de la li­bertad se resignifican en 
los de la muerte y de la vida, a partir de lo acaecido con Jesús.

Lentamente iba comprendiendo por dónde iba lo plural, pero habría más aún. Fui invitado a dedicar unas palabras y señalé que consideraba que el saludo de “Felices Pascuas” involucraba también –más allá de la hebrea y la cristiana– una más, que era la que le correspondía a cada uno de nosotros como parte de un pueblo creyente.

Y como la palabra “ Pesaj “ (origen de “Pascua”) significa un “salto”, pues alude al salto que el Creador realizó por sobre las casas de los israelitas en Egipto que habían marcado sus puertas con sangre de cordero, salván­dolos así de la última de las 10 plagas que implicaba la muerte de los primogénitos, ese salto hebreo –de la esclavitud a la libertad– y cristiano –de la muerte a la vida– no debía quedar sólo allí.

Faltaba un Pesaj , una Pascua personal, donde cada uno pudiera dar los saltos que últimamente nos hacen falta a todos: el de la apatía hacia el compromiso con el prójimo; el de la ira hacia la moderación; el de la violencia hacia la paz; el de la crispación hacia la mesura; el del grito hacia el diálogo; el del enfrentamiento hacia el abrazo fraterno.

Era tan sólo una hipótesis para justificar el plural del “Felices Pascuas”, pero la mirada y la sonrisa cómplice de Carlos (de monseñor Ñáñez) me dieron la sensación de que no estaba tan errado.

El domingo terminaron las Pascuas cristianas y hoy por la noche termina Pesaj . No dejemos que terminen los saltos.

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