Compartimos una gran reflexión «con polémica» de Sebastián Visotsky, un papá de nuestra escuela…
Aquellos que vivimos una vida comunitaria intensa solemos rodearnos de gente, asistir a eventos e instituciones que giran en torno del judaísmo. Esto a veces nos genera la sensación de que el judaísmo y los judíos estamos en todos lados y el alcance de nuestro pueblo es enorme. Sin embargo, seguimos siendo una minoría, una pequeñísima minoría que representa tan solo un 0,23% de la población mundial. Sólo para poder dimensionar nuestra ínfima participación entre las religiones, vale nombrar que el Sijismo, una religión de la cual seguramente no habías escuchado de su existencia hasta este instante, tiene más fieles que el judaísmo.
Una costumbre interesante de Israel es la del “LAMAS”, el Indec israelí, que suele publicar en Pesaj y Rosh Hashaná estadísticas relevantes a la población de Israel y del pueblo judío en general. Datos como el crecimiento poblacional, cantidad de nacimientos, defunciones, Aliyá, segmentación religiosa y étnica entre otros, son publicados en los medios de difusión masivos. Quería hacer propia esa costumbre, no sólo por curiosidad, sino que también para proponer cómo enfrentar nuestro desarrollo.
Voy a resumir algunos puntos que entiendo pueden ser interesantes para nuestra pequeña comunidad y enmarcarla en la demografía general de nuestro pueblo. Recién en estos últimos años ha logrado el pueblo judío alcanzar una población similar a la que teníamos en 1939. Este estancamiento demográfico de casi 80 años se debe principalmente a la Shoá, que acabó con la vida de seis millones de nuestros hermanos. En este punto, y para ayudar a entender esta pérdida desde otra perspectiva, cabe citar un pasuk hermoso del Tanaj. En el Génesis, Dios, luego de preguntarle a Caín por su hermano, le dice וַיֹּאמֶר מֶה עָשִׂיתָ קוֹל דְּמֵי אָחִיךָ צֹעֲקִים אֵלַי מִן הָאֲדָמָה. La frase fue traducida al castellano como “la sangre de tu hermano clama a mí desde el suelo”, sin embargo en el hebreo original el texto dice “las sangres”, y nuestros sabios concluyen que esto se debe a que con la muerte de Abel murieron también sus hijos, nietos y todas sus futuras descendencias. No sólo perdimos seis millones, sino que también se perdieron generaciones de futuras vidas por siempre. Es inútil pensar qué hubiera sido de nuestro pueblo en la actualidad de no ser por el Holocausto.
Además de este factor decisivo, el estancamiento demográfico no se debió sólo a la Shoá.
Tuve hace años la suerte de tomar algunos cursos sobre judaísmo contemporáneo en la Universidad Hebrea de Jerusalem. Entre los profesores de ese departamento se destacaba Sergio Della Pergola, tal vez el demógrafo más importante del judaísmo mundial. Della Pergola explicaba el porqué del lento recupero de la población judía a nivel mundial. Los factores específicos a la comunidad judía eran la asimilación, los casamientos mixtos cuyos hijos no se integraban de ningún modo a la vida comunitaria y en algunos casos la Aliyá de jóvenes prominentes de pequeñas comunidades que dejaban sin liderazgo aquellos lugares. Los factores generales que afectaban a occidente también tenían su espejo en las comunidades judías, y estos eran la extensión de la edad para el casamiento y la baja natalidad.
Pero algo maravilloso está ocurriendo en los últimos años, el movimiento reformista/conservador está logrando detener la asimilación[1]. Específicamente en EE.UU., la comunidad judía más grande del mundo, el grupo mayoritario (35%) se considera reformista y el 18% conservador. Una nueva generación de investigadores como Gur Elroy, Profesor de la Universidad de Haifa, ve con optimismo la amplitud que genera el movimiento reformista en EE.UU. a diferencia de la ortodoxia que considera al movimiento como NO judío. Parecería que el futuro del judaísmo diaspórico tiene ahora una nueva esperanza gracias a este avance y apertura religiosa.
¿Y cómo estamos en Córdoba?
A pesar de no contar con investigaciones académicas, todos sabemos que la comunidad se achicó en los últimos 30 años o al menos no creció. Sabemos que nuestro colegio tiene un poco más que la mitad de los chicos que concurrían en los ´80. La asimilación, la Aliyá y los problemas económicos alejaron a muchos integrantes. Por suerte, hemos tenido la bendición de que una parte importante de la comunidad haya decidido casarse en casamiento mixtos y seguir perteneciendo a la comunidad y al judaísmo. Digo bendición porque estas personas que se criaron fuera de la comunidad, lograron no sólo eludir todos los prejuicios a los cuales podrían haber estado expuestos, sino que también crían a sus hijos como judíos y en muchos casos hacen el Giur (la conversión). Sin embargo, me ha sorprendido escuchar cómo una parte de nuestra comunidad, sigue alejando o haciendo sentir incómodos a nuestros nuevos miembros, cónyugues e hijos.
En mi humilde opinión, debemos tener claro como comunidad conservadora/reformista, que siempre debe imponerse el humanismo ante cualquier mandato de la Halajá. Acciones que no coinciden con la cotidianeidad de nuestros pensamientos y actitudes, son a mí entender el resultado de una especie de culpa por no cumplir con mandatos religiosos como los entienden las facciones más radicales de nuestro pueblo. No tengo dudas de que la moral de nuestra corriente es vastamente superior a la moral de la ultra ortodoxia judía. Tomamos con cierta naturalidad la discriminación de los grupos ortodoxos a las mujeres, a los judíos conversos, a homosexuales, a la negación de enterrar en parcelas judías a soldados israelíes que mueren defendiendo la patria, a enterrar en un sector separado a quienes se suicidan y a negar el Bar Mitzvá a niños con dificultades como el síndrome de Down. Estos son sólo algunos de los ejemplos que deberían ser un recordatorio de que nuestra elección es la correcta. Y de este modo, no dejarnos guiar por la culpa de un sentirnos menos judíos por no apegarnos a una interpretación retrógrada de textos milenarios.
El respeto por las creencias de otros no debería ser un impedimento para subrayar que concibo a mis creencias mejores que otras. Puedo decir y tenemos derecho a decir que no creemos moral que un chico muera por la creencia de sus padres, Testigos de Jehová, que no debe recibir transfusión de sangre. Que mujeres musulmanas usen la hiyab para cubrirse completamente el rostro. Que la ortodoxia judía menosprecie el judaísmo de nuestras mujeres, hombres e hijos.
Actuemos a conciencia y en consecuencia con nuestro sentir y pensar reales y no pongamos trabas por quedar bien con una religiosidad que nos es ajena. De esta forma nuestra comunidad y nuestro judaísmo seguirán floreciendo y creciendo para nuestro bien y el bien de toda nuestra sociedad.
Bebrajá
Sebastián Visotsky
[1] http://www.ynet.co.il/articles/0,7340,L-4860860,00.html
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