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Parashot Tazria-Metzorá

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Comentario de Parashot Tazria-Metzorá, Por el rabino Mario Gurevich, de la Sinagoga Beth Israel, Aruba

La capacidad humana de hablar

Hay algo de maravilloso en nuestro continuo leer y releer la Torá, y esto es el descubrimiento de nuevos significados.
El texto no se agota con la descripción y comprensión del sentido literal, sino que con este comienza apenas la exploración de sentidos subyacentes y más profundos. Tal vez sea esa la diferencia entre un texto divino y otro humano.
Es más, la propia experiencia acumulada del lector va modificando su óptica de lectura; el texto no cambia pero sí nuestro nivel de comprensión.
Una primera lectura de nuestras dos parashiot de esta semana las hace aparecer como un tedioso y obsoleto tratado de dermatología primitiva. Numerosas enfermedades de la piel son catalogadas y se suministra a los sacerdotes algunas pautas de diagnóstico.
Se establecen cánones de aislamiento para aquellas que son contagiosas, y pautas sacrificiales para celebrar las remisiones espontáneas.
Pero cuando nos aproximamos al vasto mundo de los comentarios y el Midrash, el texto adquiere una riqueza insospechada.
Valga como ejemplo de esta afirmación la extensa disquisición sobre la lepra y su necesidad de aislamiento.
Lo primero que llama la atención es la poco común palabra utilizada para lepra, Metzorá, cuando la habitual es Tzarua. Los comentaristas opinan que la palabra Metzorá puede ser dividida en dos: Motzi (shem) ra, que aunque sin conexión con la original le da un contexto muy ilustrativo: maledicencia, calumnia, Lashon Hará.
Y el vínculo entre la lepra y el chisme se vuelve más claro cuando se trae a colación el ejemplo de Miriam, la hermana de Moisés, quien fue castigada con la lepra por el delito del chisme, por haber convertido un asunto de familia (o un resentimiento de familia) en un tema de debate público.
Valga agregar aquí que, una vez conocida la falta y su castigo, la cura vendrá también mediada por la palabra.
La oración de Moisés por la curación de Miriam, famosa por ser la más breve de la historia, nos da la dimensión adecuada del poder de la palabra, ya para la destrucción, ya para el bien: “Señor, por favor, cúrala”.
En un momento, el árido texto sobre la lepra se vuelve un magnífico debate sobre el poder de la palabra y su uso responsable.
El aislamiento del enfermo se ve vinculado al aislamiento real que sufre la víctima del chisme y la calumnia; el esposo separado de la esposa por cuenta de ello, el individuo aislado de su amigo o de su sociedad por causa de lo mismo, y se entiende como castigo por la falta o como consecuencia de la misma.
Ninguna falta es comparable a la calumnia, ya que sus víctimas son no solo aquel de quien se habla, sino también el que la escucha o transmite, así como quien la emite en primer lugar.
Para nuestros sabios, la capacidad humana de hablar es lo que hace al hombre semejante a Dios.
Cuando él le insufla a Adán aliento de vida, lo convierte en le nefesh jaia, un ser viviente. Pero Onkelos, el antiguo traductor al arameo, traduce esta frase como “un hombre que habla”.
Aprendamos de todo esto el respeto a la palabra, a evitar a toda costa las faltas provenientes de la violencia verbal, y a celebrar y cultivar nuestra extraordinaria capacidad de crear a través de la palabra, tal como lo hizo Dios.

¡Shabat Shalom!
Rabino Mario Gurevich
Sinagoga Beth Israel, Aruba

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