Dicen que el amor todo lo puede… ¿O no? “Moishe” Witkies tiene 78 años. Nació en Polonia y llegó a la Argentina cuando tenía 10 años, en 1950. Hanna es oriunda de Buenos Aires, pero hace casi 4 años se trasladó a Córdoba, y el amor es una de las razones principales de su decisión. Hoy, con 78 y 73 años, son marido y mujer. Es que la semana pasada, en la Kehilá de Córdoba, se llevó a cabo uno de los casamientos más hermosos de la historia comunitaria. El rabino Gabriel Pristzker los unió en matrimonio, y por supuesto, ya más distendidos y sin tantos nervios, conversamos con ellos y nos contaron más detalles de su experiencia…
¿Qué sienten tras estas semanas intensas por el gran casamiento? ¿Qué se siente internamente luego de estar unidos en matrimonio?
Hanna: “La semana previa, por lógica, ansiosos, con muchos nervios; y esta última, hermosa. En lo interno, es sentirme más feliz, más completa hacia él, que ahora es mi esposo. Ese sábado por la noche fue inolvidable.»
Moishe: “Más que nada, fue en sí mismo el acontecimiento, fuera de lo anterior o lo posterior, porque es lo que venimos preparando, para casarnos en el Registro Civil, luego en la Jupá. Realmente, fue emocionante, porque llegaron, por ejemplo, al Registro Civil, en un día hábil por la mañana, un kilo de amigos, además de la familia, que nos llenó de alegría. Y el sábado por la noche, ahí sí fue bello, tuvo todos los condimentos que tiene cualquier festejo por un casamiento, a pesar de la diferencia de años de los novios con el resto de los invitados. Fue mucho más lindo y grande que lo que habíamos imaginado. “
¿Cómo fue el proceso para decidir llevar adelante este casamiento?
H: “Planear, lo planeó él. Ya hace como 3 años que quería casarse. Estuvimos un tiempo con demoras porque en una de las sedes del Registro Civil nos pedían un requisito difícil de conseguir: una partida de nacimiento de Moishe, que no la tiene, porque él nació en Polonia, en un Shil, y en plena Guerra, ¿De dónde íbamos a poder conseguir esa partida? Finalmente, fuimos a la sede central del Registro Civil, y allí pudimos solucionarlo gracias a la Jefa del organismo. En cuanto a la decisión, creo que los judíos tenemos esa tendencia hacia formalizar las cosas de la vida, y en este caso, queríamos que esto fuera una familia de verdad, y no “la mujer que está juntada” o “el hombre que está con mi mamá”, sino que sea “la esposa de mi papá” o “el esposo de mi mamá”.
M: “Fue muy importante también conocer la aceptación de nuestros 5 hijos, 3 míos y 2 de ella, todos varones; ver la aceptación, tanto en ellos como en nuestros nietos, fue algo que nos llevó a completar etapas en el aspecto familiar.»
¿Hace cuánto están juntos, y cómo se consolidó la pareja en la práctica?
H: “Hace 5 años que somos pareja. Él vivió casi 2 años conmigo en Buenos Aires, y después empezamos a decidir entre la idea de que uno alquilara la casa de su ciudad, y se mudara con el otro. Y esa fue mi decisión: cuando me jubilé, tras 37 años de trabajo, surgió la posibilidad, y dijimos “vamos a Córdoba”, y así nos vinimos.”
¿Cómo sintieron que reaccionó la gente que se iba enterando de su casamiento?
M: “Nos felicitaron, siempre sentimos una gran aceptación. Creo que fue una gran vivencia y experiencia para todos. Incluso, además de aquellos que compartieron esas ceremonias con nosotros, el resto de nuestros allegados, hasta vecinos, nos expresaron lo extraordinaria que era nuestra decisión, y encontrar dos personas de nuestra edad, mirando hacia el futuro.»
H: “Desde que tiramos la idea de casarnos, primero algunos se impactaron, claro, por la edad nuestra y todo lo que implica, pero después nos dijeron que era maravilloso lo que queríamos hacer. Incluso nuestros hijos, estuvieron enloquecidos con la idea, y fueron parte de la organización en cada uno de los detalles. Fue una participación extraordinaria y hermosa; si teníamos la ilusión de que esa fuera la reacción, finalmente nos alentó más todavía.»
¿Y la preparación del casamiento, desde el aspecto judaico?
H: “Nos preparamos con Gabriel, y fue maravilloso. En un primer momento hablamos con Marcelo, pero luego supimos que él no estaría para esa fecha, así que directamente comenzamos la preparación con Gabriel. Yo, por mi parte, no lo conocía. Moishe si lo conocía, incluso a sus familiares de toda la vida, pero yo no. Realmente, me maravilló, es un rabino extraordinario.”
¿Qué recuerdan del momento ese en que Gabriel les dio la bendición y finalmente los casó?
H: “A mí nunca me había pasado, y es lo más emocionante del mundo. Tras mi primer matrimonio, estuve 20 años sola, y después lo conocí a Moishe. Fue muy emocionante volver a mis raíces, llevar a cabo este acto tan simbólico e íntimo; no sé cómo describir algo tan maravilloso como casarme a través de los preceptos de mi religión.»
¿Qué les dirían a esas personas que dudan acerca del matrimonio o tienen alguna incertidumbre a la hora de decidirse por el casamiento?
H: “Yo creo que quienes se aman de verdad, tienen que formalizarlo. Si hay amor, lo deben hacer. La mejor manera de demostrar el amor es esa: comprometerse de verdad. Se trata de un compromiso, ante la ley y ante Dios. Y más si son judíos, deben realizar la unión religiosa, allí está la verdadera esencia nuestra, es lo mejor que les puede pasar. Nosotros no somos chicos, lo sabemos, pero comprometerte de verdad con la persona que amás, esa unión que se genera hasta el día de tu muerte, creo que no tiene comparación con nada”
M: “Además del compromiso ante la ley, y ante Dios, también hay una cuestión muy importante: hasta ese momento, nosotros mismos vivíamos en un compromiso tácito; desde el primer día en que nos juntamos, el compromiso existió, sin dudas, pero de una manera tácita. Esto es formalizarlo, expresarlo a viva voz, decir que este compromiso existe, es real, y, sobre todo, es bueno. Es bueno que uno viva en un compromiso. Como dije antes, es mirar hacia el futuro»
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