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«Un sentido homenaje a Clarita Werbin (z’l)»

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Honrar a Clarita Werbin (z´l) es valorar grandes tramos de la historia de nuestra Kehilá. Aquí compartimos las palabras de nuestro rabino Marcelo Polakoff, leídas en su honor en el cementerio. Nuestra Kehilá comparte el doloroso momento de su familia y seres queridos ante su temprano fallecimiento, y traemos este sentido texto como homenaje a su memoria:

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La visitaba a menudo.
El jueves, de hecho, iba a pasar por su casa, pero estaba con el fisioterapeuta, así que el viernes cuando hablamos por teléfono quedamos en encontrarnos el martes ya que el sábado a la noche yo partía por un día y medio a Colombia.
En el aeropuerto de Bogotá me avisaron que no la vería…
Aunque no sé si es tan así.
Mi querida Jaia bat Feigue, Clarita, tenía esa increíble y no muy habitual capacidad de aparecerse en mí (y supongo que en muchos más) cuando trataba de ponerle un rostro a la imagen de la fortaleza.
Ese poderío inaudito, inversamente proporcional a la cruel debilidad de su cuerpo, era en cierta forma contagioso.
Y qué decir de su inagotable paciencia, aún con los esporádicos altibajos más que naturales que cada tanto la perseguían…
Los años y las enfermedades creo que nunca llegaron a doblegarla por completo, y supo aceptar con amorosa hidalguía esa sentencia que inexorablemente, más tarde o más temprano, nos espera acechante a cada uno de nosotros.
Simón y Daniela siempre fueron una prolongación de su propio ser, y me da la sensación de que ese profundo amor compartido es la clave más precisa para explicar su maravillosa y prolongada resistencia, prácticamente incomprensible a la luz de cualquier manual de medicina.
A quienes tuvimos la dicha de quererla y admirarla, Clarita seguramente volverá a presentarsenos de otro modo, en otros formatos, bajo otros ropajes.
Me quedó pendiente con ella un café con leche más, con ese queso Finlandia de salmón que Jaia bat Feigue me reservaba con su mirada pícara y cómplice.
Las gotitas de lluvia que se dibujan en la ventanilla del avión por despegar se me van mezclando con las lágrimas con las que me acaricia su bendita memoria.
Veo cielo, nubes, montañas y mucho más cielo, y sé que el vuelo de Clarita tiene como destino otro gan, otro jardín, semejante tal vez al que abrazó con nosotros por tanto tiempo, ese gan que a partir de ahora también atesora su preciosa brisa.
Nos vemos, Jaia bat Feigue!

Un beso
Marcelo

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