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EL FUTURO, EL TIEMPO Y EL OTRO

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Comentario de Parashat Ajarei Mot, por el rabino Marcelo Polakoff, de la Kehilá de Córdoba, Argentina

¿Cómo va a estar el tiempo? ¿Alguien tiene el pronóstico para mañana?

Parece haber un vínculo muy fuerte entre la temporalidad y el clima, a tal punto que el vocablo “tiempo” describe una cuestión epocal así como meteorológica.

Del mismo modo, la palabra “pronóstico” no sólo indica lo que se espera en cuanto a lluvias y temperatura, sino también lo que se espera en cualquier tipo de escenario.

El cielo siempre fue, y de alguna manera sigue siendo, una invitación a pispear lo que viene, una invitación a otear el futuro.

¿Será por eso que “tiempo”, en hebreo, es “zman”, corazón de la palabra “hazmaná”, “invitación”?

Tal vez el que trajo la idea del “futuro” a estas latitudes terrenales fue Moisés, cuando rompió –de una vez y para siempre– un paradigma casi perpetuo que gobernaba la humanidad y que lamentablemente todavía no ha desaparecido del todo.

¿Cuál era ese paradigma? El que postulaba que el orden de la naturaleza y el orden social eran equivalentes. Vale decir que el hecho de que –por ejemplo– el orden de las estaciones sea inmutable y siempre haya primavera, verano, otoño e invierno y se vuelva a comenzar el ciclo de manera eterna, es señal inequívoca de una conducta repetitiva y “sana”, detec­table en todo lo que pertenezca al orden de la naturaleza.

Pues he aquí que dicho sistema, sin duda cíclico, se homologaba a manera de espejo con el orden social. Así, si tu abuelo había nacido esclavo, era impensable que el tataranieto no lo fuera también.

El orden social, la historia en su totalidad, era previ­sible y su final –a la vez un nuevo principio– era trágicamente esperable y circular.

Los faraones de todas las épocas invirtieron mucho en sacerdotes, docentes y ejércitos, para convencer a las masas de las “bondades” de este sistema. Y la verdad es que funciona bastante “bien”. Uno lo percibe con el clima, y si lo aprende a pronosticar, pues sembrará y cosechará en el momento apropiado, aun cuando no esté exento de sorpresas.

Pero apareció hace unos 3.300 años un no tan pequeño grupo de revolucionarios que se le animaron al imperio más poderoso del momento, para clamar, con Dios como garantía, que ese planteo era falso. Que la historia y la sociedad no se manejan con las normas de la naturaleza y que lo que hoy es así no necesariamente debe serlo siempre, sino que puede ser distinto.

Que tu padre haya nacido esclavo no implica que no puedas ser un hombre libre.

Es así que la mismísima idea del futuro aparece en última instancia con Moisés y la Torá, al quebrarse el círculo vicioso de lo cíclico y darse a luz a la posibilidad del cambio, de un escenario diferente, de un pronóstico alternativo, de una época mejor.

Quizá la palabra clave sea la ética, necesariamente ligada a un otro.

Al decir del filósofo Emanuel Levinas, “el otro es el futuro. Me resulta imposible hablar del tiempo en un sujeto solo o hablar acerca de una duración puramente personal”.

No sé si Levinas se habrá percatado del misterio que rodea a nuestra lengua ancestral, pero “ajar ” o “ ajarei ” o “ ajarkaj ”, todas acepciones de la idea de un “después”, así como “ meujar ”, que significa “tarde, tardío”, y “ majar ”, que significa “mañana”, son conceptos que provienen de la misma raíz hebrea que “ajer” que es nada menos que “el otro”, “el prójimo”.

¿Será casual? No lo creo…

Es que el tiempo que no es humano no es tiempo. Y el humano que no es un ser en relación no es un ser humano.

Sirvan estas líneas de introducción a nuestra porción semanal de la Torá, que comienza con la palabra “Ajarei”, vale decir “después de…”.
Lo que sigue a esos puntos suspensivos ¡lo veremos después!

¡Shabat Shalom!
Rabino Marcelo Polakoff
Kehilá de Córdoba, Argentina

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