Constanza Villagra es docente del secundario de la Escuela Israelita Gral. San Martín, e integra el cuerpo de bomberos que está combatiendo los focos de incendio que azotan a la Provincia de Córdoba desde hace semanas. ¡Es un orgullo para nuestra comunidad! ¡Un verdadero ejemplo! Conversamos con ella y nos enteramos más acerca de su vida y su comprometida tarea:
¿Qué actividades realizás habitualmente en el cuerpo de bomberos?
«Estamos capacitados para diferentes situaciones, aunque lo principal está ligado a incendios, como los de viviendas, que son estructurales, o forestales, como los que están ocurriendo ahora. También nos preparamos para rescates, principalmente se trabaja para accidentes vehiculares por ejemplo, asistencia a las víctimas, primeros auxilios. Por otro lado, también nos capacitamos en búsquedas y rescate de personas o animales, en situaciones acuáticas o de altura.»
¿Estuviste combatiendo los focos de incendio de estas semanas? ¿Qué tareas tuviste a cargo, específicamente?
«Estamos trabajando desde hace 2 meses aproximadamente, porque esto comenzó en agosto con los primeros incendios forestales. Se controlaron los primeros, pero después surgieron otros. Yo estuve a cargo del vehículo principalmente, pero también trabajé en la línea, de manera directa en el combate del fuego.»
¿En qué, o en quiénes pensás, cuando te llaman para una tarea peligrosa o delicada?
«Cuando uno tiene que salir a una guardia o es convocado a una emergencia, lo primero en que se piensa es en la familia. Con mi pareja, ambos somos bomberos, y tenemos una hija de 3 años, se llama Olivia, y es la primera que recibe nuestros besos antes de salir; en cualquier situación, es lo primero que ocupa nuestra mente; lógicamente, también pensamos en nuestros padres, que se quedan preocupados, están pendientes de nosotros, nos llenan de mensajes preguntando si ya volvimos, cómo nos fue en la guardia, diciendo que nos cuidemos. Cada vez que nos encaminamos, por atrás queda alguien pensando en nosotros.»
Dentro de todo lo negativo que implica este combate, ¿Hay algo positivo que te quede cuando volvés a tu hogar?
«A pesar de todo lo que sucedió en este tiempo, porque se trata de incendios largos y difíciles de trabajar, y que a veces generan frustación, porque uno pone muchísimo esfuerzo pero ve que la situación continúa y por momentos nos desborda, siempre contamos con el apoyo de la comunidad, de la sociedad en general, con un «gracias», una donación, una botellita de agua que nos acercan; eso nos hace sentir que nuestro esfuerzo realmente vale; aunque a veces no se logren los objetivos en el tiempo en que lo deseamos, el apoyo de la gente siempre es fundamental, y creo que es una de las grandes razones de porqué estamos ahí y porqué decidimos seguir adelante.»
¿Cómo viviste este año, sin clases presenciales, y con la llegada de la virtualidad?
«Fue un año complicado, para todos. Tuvimos que comenzar con otra manera de trabajo, otro tipo de encuentros, que como todo, en un comienzo costó, pero en definitiva, nos sirvió a todos para aprender mucho. Adquirimos nuevos conocimientos, nuevas herramientas para trabajar, que quizás no hubiéramos tenido en cuenta en otro contexto. Los primeros meses fueron más difíciles, porque no podíamos siquiera movilizarnos, y estábamos más solos lógicamente, pero ahora ya estamos encaminados, y dando forma a esta modalidad virtual. En mi caso, lo tomé como una manera de aprender nuevos elementos, y de re-encontrarse y re-inventarse uno mismo.»
¿Qué mensaje personal les dejarías a los alumnos de la Escuela Israelita, y a sus familias?
«Quiero dar un gran agradecimiento a todos, por el apoyo y la enegría brindada, sobre todo en estas últimas semanas, en que fue complicado el tema de las clases, y tuve que dejar muchas cosas de lado. Afortunadamente, siempre recibí mucho apoyo, tanto por parte de la escuela, como de los chicos, e incluso las familias. Eso es bellísimo, y estoy muy agradecida. Creo que ese es el más hermoso mensaje que queda de todo esto: que a pesar de las dificultades que uno puede tener, es bueno sentirse siempre acompañado.»
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