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¿Madre hay una sola?

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En la proximidad del día de la madre, una celebración tan cercana a los afectos de todos, Judaísmo a la carta propuso el tema del rol de las matriarcas como punto de partida del Pueblo de Israel. Allí, alrededor de una mesa, entre degustación de comida y bebida, cuando el rabino Gabi Pristzker inició su exposición. El sol ocultaba su brillo en la tarde del sábado, pero la luz del conocimiento se encendía con cada palabra.

Y el rabino sorprendió al hablar de la primera “matriarca”: al preguntar sobre quién era, surgió naturalmente el nombre de Sara; la respuesta fue incorrecta. Se mencionó a Eva como la madre primigenia, tampoco hubo acierto. Entonces fue cuando sacudió a todos la afirmación del rabino: ubicó a Dios como la Madre de la humanidad. Basándose en fuentes bíblicas y comentarios talmúdicos, puntualizó la idea del embarazo de Adam (entendido como unidad hombre-mujer) de lo cual se infiere el rol femenino del Supremo Creador. Y complementó su metáfora comparando el Maná con la leche materna, como alimento completo para cubrir las necesidades vitales.

A continuación se refirió a las mujeres detrás de los grandes hombres del judaísmo, algunas conocidas (aunque poco detalladas en su jerarquía) y otras directamente ausentes en el relato. Partiendo desde Moshé, involucró a su madre, a Miriam, a las parteras, a la hija del Faraón y a su esposa; y también reivindicó a personas ignoradas, como la mujer de Noaj y la de Lot, entre otras. Todas mujeres y madres de poderosa influencia, con impacto en las decisiones y en el destino del Pueblo Judío.

Fue un meritorio homenaje a las madres, valorando y reconociendo sus valores y su esfuerzo en el cotidiano hacer. La melodía y el abrazo compartido, la copa de vino elevada, la luz de la vela trenzada y el aroma de las especias dieron el marco de cierre de la Havdalá.

Así pasó otro encuentro repleto de aprendizajes y reflexiones. Te esperamos el próximo.

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