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«MOISES VILLE, UN VIAJE INOLVIDABLE»

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El viaje a Moises Ville forma parte del proyecto curricular de la materia «Historia Hebrea» de sexto año. Posterior al viaje, los alumnos realizaron producciones escritas, como “El diario del viajero” o “Brochures” para promover la visita al lugar.

Aquí les compartimos la producción de la alumna Sofía Iciksonas, quien nos transmite su bitácora de viaje:

“La promo 22 del Instituto Secundario San Martin es especial, única, mágica… Las expectativas de este viaje eran inmensas y, gracias a una fuerza divina, logró cumplir con todas.

El día jueves 19/5 nos encontramos a las 22:30 h. en el club para emprender nuestro viaje a las 00:00. Lo que puedo destacar de esta hora de espera fue la emoción, las ansias y las ganas que presentaba el grupo. Nos entregaron los buzos de la promo, tuvimos una breve introducción con nuestros acompañantes, bailamos, cantamos, nos abrazamos, nos sacamos muchas fotos y, finalmente, nos subimos al colectivo.

Viernes 20/5, llegamos a nuestra primera parada alrededor de las 7:30 h. para desayunar cafecito y alfajores (estaban riquísimos) en la plaza principal de Moisés Ville. Fueron 5 horas de viaje de las cuales dormimos 4, fue muy gracioso dormirse al lado de alguien y despertarse con otro acompañante, así como también fue divertido despertarse a la noche y ver que no se movía absolutamente nada ni nadie.

Después de desayunar nos dirigimos al hotel de los chicos, en donde bajaron sus valijas y se instalaron. Dos cuadras más adelante se encontraban nuestro hotel, en la calle Baron Hirsch. Al poco tiempo, nos encontramos nuevamente en la plaza principal para conocer a las dos mujeres que nos acompañaron durante nuestro recorrido: Judith y Esther (dato de color: cuando dijo que se llamaba Esther nos preocupamos un poco porque no queríamos que piense que le estábamos haciendo burla o algo similar con el personaje que interpretaba el Alejo). Esther y Judith, señoras muy amables, nos dieron una excelente introducción sobre la historia de su pueblo y luego fuimos directo a conocer la sinagoga “Baron Hirsch”. En el recorrido nos comentaron que la población total de Moises Ville era de 2500 habitantes aproximadamente, de los cuales solo 130 eran judíos. También nos contaron que casi no hay adolescentes dado a que no hay universidades y que la escuela primaria no cuenta con más de 40 alumnos (literalmente nuestro curso dividido en 6 cursos, una locura).

La sinagoga Baron Hirsch es una de las dos sinagogas que funcionan actualmente, contaba con un primer y segundo piso, pensada la planta baja para los hombres y la alta para las mujeres, pisos de cerámicos, terminaciones hermosas en las esquinas y un Aron Hakodesh que contiene la primera Torá en Moises Ville (traída desde Rusia).

Al haber tan poca gente, tomaron medidas para lograr seguir cumpliendo ciertas tefilot, como contar a las mujeres para el minian de Shabat y no tener rabino, sino oficiante. Es increíble las ganas que tienen de seguir cumpliendo y sintiendo el judaísmo, asimismo es triste que no tengan a quien transmitírselo.

Además de esta, hay otra sinagoga que funciona actualmente: la sinagoga Brenner. Esta sinagoga fue restaurada y muy bien cuidada, es la más linda del pueblo. La tercera sinagoga es la sinagoga obrera, la cual no se encuentra en funcionamiento porque su estado de deterioro llega a ser peligroso (dato de color: todas las familias de Iehudim son Ashkenazim, salvo por una sola).

Una vez terminado nuestro recorrido por las sinagogas visitamos el cementerio judío. Este cementerio fue el primer cementerio judío de Argentina, fundado en 1891. Recorrimos con cuidado y respeto los pasillos, había tumbas rectangulares y redondas, algunas muy muy viejas y otras que tenían estilo más actual, había una tumba que le pertenecía a una familia que fue asesinada por no hablar castellano. Había símbolos que representaban las 3 tribus de Israel: candelabros para los Leviitas, manos para los Cohanim y jarras de agua para los Israelitas, también había árboles cruzados que indican cuando una persona murió muy joven y libros para aquellos estudiosos.

Luego de esa visita nos dieron un tiempo para relajarnos: fuimos al bosque de Eucaliptus y jugamos a las escondidas extremas (dato de color: es mi juego favorito). A las 13 almorzamos tallarines en “la rotisería de Silvia”.

Después de almorzar nos agarró la pachorra así que tuvimos dos horas para descansar.

Nos volvimos a reunir a las 16 hs. en la plaza para seguir recorriendo Moisés Ville. Pasamos por la panadería del pueblo, nos mostraron la cocina y nos invitaron a comprar de las delicias que ofrecían (dato de color: son de los mejores alfajores de maicena que probé en mi vida). Después visitamos la sinagoga obrera, anteriormente mencionada, cuyo estado es triste ya que, en sus épocas, era la sinagoga más frecuentada por la mayor parte del pueblo. Estuvimos media hora observando el lugar para luego visitar la biblioteca popular “Baron Hirsch”, biblioteca fundada en 1912 por un grupo de estudiantes femeninas. Para poder sacar libros y llevarlos a casa debes pagar la cuota de socio pero, sí estás dispuesto a leer en el lugar, podes leer los libros sin ningún costo.

Para cerrar con esa hermosa tarde merendamos los alfajores que habían sobrado del desayuno (una vez más, muy ricos) y volvió cada uno a su respectivo hotel para bañarse y prepararse para Shabat.  Shabat ya había comenzado hace dos horas, por lo que podemos observar que no es una Kehila conservadora, pero quiero destacar la predisposición que tenía este pequeño porcentaje. Como aclaré anteriormente, no se ven muchos adolescentes y, los pocos que se ven, no son judíos. Las personas que asistieron a Kabalat Shabat no tenían menos de 50 años y, aun así, rezaron, cantaron y se esforzaron por ser partícipes de la ceremonia.

Luego de eso cenamos pizzas en “la rotisería de Silvia” y, con la panza llena, nos dirigimos al hotel de los chicos para hacer una actividad todos juntos. La actividad consistía en contarnos anécdotas, estamos seguros de que querían que nos pongamos nostálgicos y efectivamente lloramos, pero de la risa. Hubo confesiones, declaraciones, ideas y recuerdos, muchísimos recuerdos.

Alrededor de la una de la mañana se dio por finalizada la “juntada” y las chicas volvimos a nuestro hotel que se encontraba sobre la calle que comparte nombre con un colegio, una plaza, una biblioteca, un teatro y un monumento.

Sábado 21/5, ¡qué día! El sábado fue un día cargado de emociones que nos cambió como curso para siempre. Nos encontramos a las 8:30 en el hotel de los chicos para comer un increíble desayuno: facturas, medialunas, tostadas, te, café y chocolatada.

A las diez de la mañana ya habíamos ido a la plaza y caminado hasta el museo de Moises Ville, el cual antes era una casa funcional cuyos dueños la donaron a la comunidad para “construir” una institución que albergara la historia del pueblo. Las guías fueron Esther, Jusith e Ilda (vieja amiga de la morá Roxana). Es un museo hermoso que tiene absolutamente toda la información habida por haber, no pude quedarme hasta el final del recorrido porque me agarró una alergia terrible y tuve que salir, pero me dijeron que el final estuvo tan interesante como el principio.

Luego de salir del museo, en donde compramos el bello reloj de pared que se encuentra en el curso, nos dirigimos hacia la antes mencionada sinagoga Brenner. Esta sinagoga es una de las dos funcionales, tiene pisos de madera y detalles en las luces que solo se llegan a ver sí les prestas la suficiente atención, también cuenta con dos pisos, un Arón Hakodesh y una Torá. En este templo hicimos una plantación de tres árboles junto con el KKL, dejando una huella en la sinagoga y en la kehila.

Cerca de las doce recorrimos las calles de Moises para llegar a la escuela hebrea Inhaut, fundada en 1929 con el objetivo de educar a los chicos judíos. Actualmente no funciona como escuela pero sí como centro de actividades no formales (peulot). El lugar no es feo, pero tampoco es a lo que estamos acostumbrados, creo que una buena capa de pintura y una tarde llena de juegos le darían el final digno que se merece.

Llegando a la hora de la comida caminamos hasta el club de tiro federal donde nos recibieron con unos ricos kreplaj, knishes y ensaladas. Terminado el almuerzo, los chicos se pusieron a jugar al fútbol y las chicas nos pusimos a chismosear con la morá Maca.

La idea de los profes era volver al hotel, dormir, cambiarse y dirigirse al teatro Kadima, pero nos entretuvimos tanto charlando y jugando que a lo único que volvimos a los hoteles fue a buscar la escenografía y vestuario necesario para el ensayo.

Llegamos al teatro Kadima, los nervios y la emoción se podían oler. Judith y Esther nos contaron un poco sobre la historia del Kadima y luego nos dieron el espacio para practicar. Probamos el sonido, probamos las luces, el vestuario, cantamos, bailamos, lloramos, nos frustramos, nos equivocamos, nos reímos, nos gritamos, sacamos escenas, charlamos, agregamos diálogos y, cuando nos dimos cuenta, ya eran las seis de la tarde. Nos dimos una pausa para merendar y despejarnos para volvernos a reunir a las siete. Siete y media empezaba el show, estábamos muy nerviosos pero por sobre todo muy emocionados, venimos preparando esto desde Marzo.

Empezó a llegar la gente, nos juntamos todos en el escenario para darnos fuerzas: “esto es nuestro”, “disfruten, lo tenemos merecido”, “nosotros podemos”, “estamos listos”, “los amo”. Gritamos muy fuerte “la 22” y cada uno se ubicó en su posición. No hicimos nada que no hubiéramos practicado antes, pero esta vez era diferente. Mientras bailaba no podía controlar mi sonrisa, en el bloque final ya estaba llorando y cuando termino sentía algo en el pecho que no puedo explicar, una mezcla de orgullo, nostalgia, satisfacción, poder, amor, tristeza…

Terminó la presentación y nos abrazamos como nunca antes nos habíamos abrazado, la gente se paró a aplaudirnos y nos enteramos de que había estado el canal local grabándonos para la televisión. A Sabri, Ale y a mí nos hicieron una nota sobre nuestro recorrido por Moisés Ville, no nos costó encontrar palabras para expresar lo fascinados que estábamos con el pueblo y lo agradecidos con su gente, escondimos las lágrimas y le sonreímos a la cámara.

Salimos del Kadima, todavía bailando y fuimos directo al hotel de las chicas para cenar. En el camino nadie terminaba de procesar lo que estaba sintiendo, esa mezcla de emociones que teníamos en el pecho la reflejamos en llanto, canto, baile, abrazos, palabras y festejo, muchísimo festejo.

Llegamos al hotel y nos pusimos a bailar como si estuviéramos en la mejor fiesta de nuestras vidas, todos cantábamos y bailábamos con el corazón. Después cenamos unas hamburguesas que estaban riquísimas y cerramos con una actividad muy emotiva.

Eran casi las doce de la noche y nosotros veníamos de haber llorado en el Kadima. Nos sentaron  alrededor de nuestra bandera y nos dieron cartas que habían escrito nuestros papas, no había nadie que no estuviera llorando. Después nos ofrecieron un espacio para que dijéramos lo que le teníamos que decir al curso, como nos hace sentir ser parte de esta locura y lo que daríamos porque esto no se termine nunca. Una vez más, salimos todos llorando, abrazados, apachurrados, deprimidos pero felices, felices de pertenecer y felices de ser parte.

Nos dejaron charlar hasta las cuatro de la mañana, algunos seguían llorando, otros ya se estaban riendo y una mínima parte todavía no terminaba de caer en todo lo que habíamos vivido ese día. Cuando me fui a dormir sentí que mi alma revoloteaba por encima de mi cuerpo, no puedo expresar el orgullo que le tengo a este curso, el amor que les tengo como promo y el respeto a todos y cada una de las personas que la conforman. Este día definí a mi curso por una frase de Kant que aprendimos en psicología: “el todo es más que la suma de las partes”, mi curso es más cuando lo ves como un todo, como el todo que somos.

El domingo 22/5 fue un día corto. Nos levantamos con los ojos rojos y una sonrisa de oreja a oreja; desayunamos a las 8:30 y a las 10 ya estábamos en el colectivo. Frenamos en la entrada de Moises Ville para sacar fotos y seguimos camino. A la una y media nos despertaron para almorzar los sandwichitos de queso y tomate que habíamos armado el día anterior y, después de eso, caímos rendidos ante el sueño (con la panza llena y el corazón literalmente contento).

Como anticipa el título, Moisés Ville es un viaje inolvidable. Como todo en la vida, se acaba. Este curso no es igual a otros los cursos; este curso tiene magia y esa magia la contagia. Esa magia la deja en todos los proyectos en los que participa y la comparte con todos aquellos que alguna vez nos hicieron un bien. Esa magia es mágica y espero que no se pierda nunca.

Moises Ville cambió para siempre. Querida promo, espero que esto no se acabe nunca y, querido Moises, gracias por recibirnos con los brazos abiertos.»

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