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SEÑALES DE AMOR

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Por Marcela Zadoff

«Tu visión del Judaísmo es infantil», me dijo un Rab hace una década, con la más dulce de sus sonrisas. Imborrable, la escena aparece una y otra vez mientras otro Rab del Seminario señala los usos inadecuados del hamsa, la «estrella» de David y las Sefirot de la Kabalá como idolatría, chamuyo para turistas de la fe.

Del mismo modo, puedo plantear que las metáforas para mencionar a Dios como rey del mundo o del universo, son idolatría. Las monarquías son un invento humano para ejercer el poder de manera totalitaria y hereditaria, justificándose a tal fin como elegidos por la Divinidad. Precisamente, ese rasgo de autoerigirse convenientemente, utiliza la fe para dominar… lo contrario al judaísmo. Por eso, el Rey de Reyes es una manera que -opino- no es la más adecuada para nombrar al Señor.

Tal como se deshacen los papelitos del Kotel cuando los municipales los limpian con una hidrolavadora… así se escapa la falsedad, la idolatría. Ante los ojos (otra metáfora), ante la amorosa mirada de Adonai, reflexionemos antes de las Altas Fiestas para ejercer un judaísmo más fuerte y profundo, así como comprendemos que no es el papelito, es la fe, no es el hamsa más que un adorno, no es el Maguen David más que una señal.

Conservemos nuestras señales de amor, entendidas como tales. Porque tradición no es cuidar cenizas sino mantener vivo el fuego.

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