Pésaj no es solo el relato de una salida, sino el comienzo de un camino. Nos recuerda que la libertad no es un destino final, sino una invitación a asumir responsabilidades. Así como el pueblo de Israel dejó Egipto para construir una nación con valores, también nosotros vivimos este tiempo de cambio como una continuidad, con la mirada puesta en el futuro de nuestra comunidad.
La Hagadá nos pide que contemos la historia a nuestros hijos. En este Centro Unión que tanto amamos, esa enseñanza cobra vida: una nueva generación toma la posta, con energía renovada, pero con el mismo amor y respeto por lo que recibió.
Quienes continúan en la conducción son memoria activa. Su presencia garantiza que lo construido no se pierda, sino que sea la base firme para crecer y avanzar. Esa convivencia entre experiencia y renovación es señal de una comunidad sana, que se transforma sin perder sus raíces.
Porque cuando los jóvenes asumen con compromiso y profesionalismo, florece la esperanza. Y ese es el legado más poderoso que podemos dejar.
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