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ALFOMBRA Y PAN

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Una metáfora posible para el vínculo entre judíos y musulmanes
Por el rabino Marcelo Polakoff

Lo llamamos “Shabat Iftar”, y le pusimos de subtítulo “tiempos sagrados para el Judaísmo y el Islam”.
La invitación era recíproca. Los musulmanes romperían el ayuno del Ramadán al anochecer de un viernes, pero en la sinagoga. Y los judíos tendríamos nuestra cena sabática más tarde, pero en la mezquita.
Suena a ciencia ficción, pero fue exactamente lo que sucedió en Córdoba el pasado viernes 23 de junio, con el auspicio del Congreso Judío Latinoamericano.

Un grupo de líderes de ambas comunidades tuvieron la bendición de ser protagonistas de un nuevo hito en la historia del vínculo entre el mundo islámico y el mundo judío.
Mientras el cielo comenzaba lentamente a oscurecerse, veinte destacados miembros de la Sociedad Árabe Musulmana -incluyendo al shaij, el imán y el presidente de la comunidad- tuvieron una especie de visita guiada por la sinagoga, a la que muchos de ellos ya habían asistido varias veces. Con traducción simultánea al árabe, se asomaron numerosas similitudes y diferencias conceptuales que se colaban gratamente por entre las letras de los milenarios rollos, testigos de un encuentro que lamentablemente en otras geografías no se da tan a menudo…

Ya con el hambre a cuestas de una jornada extensa, la hora del desayuno se presentó de golpe, y un salón servido para la ocasión -y básicamente ilustrado con motivos judaicos como un talit (manto ritual), las tablas de la ley, un violinista, y el Muro de los Lamentos- fue el lugar apropiado para el “Iftar”, con cuatro mesas que agrupaban, cada una, a casi diez comensales de ambas tradiciones.
El “Adan”, el llamado musulmán a la oración que daba comienzo al Iftar, fue entonado por un joven emocionado, que se daba perfecta cuenta de que lo estaba haciendo en la sede del Centro Unión Israelita.
Una “brajá” (la bendición judía previa a la comida) dio rienda suelta a sándwiches, frutas secas, tortas, café, té y gaseosas, que fueron tan sólo la excusa para producir tamaño encuentro.
La conversación en cada mesa fluía fresca y abundante -como los alimentos- y se nos informó que llegaba el momento del “Magreb”, la cuarta oración del día, por lo que nuestros invitados partirían. Les preguntamos si no preferían hacerla ahí mismo, mientras nosotros permaneceríamos en un silencioso respeto. La alegría de un “sí” compartido dio paso a unos manteles que usamos a modo de alfombras, que extendimos juntos para que los musulmanes realicen su “salat”, su plegaria.
Devoción en ambas tradiciones. No hallo mejor manera de explicar ese momento. Devoción entre los musulmanes que se prosternaban con sus oraciones, y devoción entre los judíos que escuchábamos una dulce melodía en árabe.

En ese preciso momento, y casi de manera desapercibida, ingresó en el salón el intendente de la ciudad. Se quedó absorto con la imagen que registraba su retina: un rezo musulmán en la sede de la sinagoga. Se sentó mudo, sumando su propia devoción, y sabiéndose orgulloso –como luego lo reconociera en público- de que su ciudad fuera el territorio propicio para esta muestra de amistad.
Se nos ocurrió una pequeña sorpresa en formato de regalo. Nuestro coro “Shir Hashirim” (“El Cantar de los Cantares”) entró al recinto y nos trajo la alegría de la canción “Iajad”, un tema israelí que habla de la magia de poder abrir el corazón, y de percibir juntos la maravilla de la creación.
Pero la otra canción era la real sorpresa. Se llama “Salam”, obviamente “paz” en árabe, y aunque su letra es en hebreo el estribillo combina ambos idiomas. Propuse que todos nos pongamos de pie y la aprendiéramos a cantar juntos. La imagen -que está online y compartimos aquí debajo- es realmente emocionante: el liderazgo de la comunidad judía y musulmana (intendente incluido) cantando al unísono una canción en ambos idiomas, algunos abrazados, y otros mirando con asombro cómo otro tipo de vínculo no sólo es posible, sino absolutamente necesario…

 

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Ya era la hora de iniciar el Kabalat Shabat dando la bienvenida al día sagrado del judaísmo, y el templo rebosaba de gente que iba llegando. Los chicos que se están preparando para su ceremonia de Bar o Bat Mitzvá veían con sorpresa que del salón comunitario salían personas con extrañas túnicas y sombreros, algunas mujeres con velos, y escuchaban voces con acentos muy diferentes que pronunciaban frases iguales: “Ramadán Mubarak” (¡Bendito Ramadán!) y “Shabat Shalom” (¡Sábado de Paz!).
La escena era de hecho real, aunque para nada usual.
Los líderes musulmanes se fueron a su sede, y nosotros nos quedamos en el servicio religioso en la sinagoga con ansias de más. Sin duda esas ansias serían más que saciadas.
Alrededor de las 21.30 horas las pocas cuadras que separan a ambas comunidades fueron tan sólo un puente para que un grupo de veinte miembros del liderazgo de la comunidad judía cordobesa (entre ellos el presidente de la kehilá, Cdor. Hugo Waitman, de Macabi Noar, Ing. Alberto Haquim y de DAIA, Cdor. Luis Klinger) dijéramos presente en la mezquita principal de la ciudad.
Alrededor de 150 personas se encontraban esperándonos para cenar en el salón de la Sociedad Árabe Musulmana, y sus paredes estaban decoradas con textos en castellano y árabe, algunas banderas, imágenes de La Meca y de algunos califas y dirigentes islámicos.
Nos ubicamos gustosos, abrimos unas cajas y repartimos en cada mesa un trozo de “jalá”, el pan trenzado especial de Shabat, y servimos unas copitas con jugo de uva, respetando la tradición musulmana de no consumir alcohol.
Explicamos el sentido del Shabat, del pan y del vino (o jugo de uva), y con una simpática traducción al árabe de un judío de origen damasquino, hicimos el “Kidush” y el “Hamotzí” (las bendiciones propias de la cena de Shabat), en la sede de la mezquita cordobesa.
Las miradas atentas y los oídos bien dispuestos a nuestros cantares hebreos, las múltiples  copas tendidas en alto, y el pan que se trenzaba en las innumerables manos agradecidas de quienes lo compartían, fueron una bendición absoluta.

Estábamos haciendo la “seudá de Shabat” en una mezquita, y antes de que pudiéramos darnos cuenta, platos de todo tipo y color inundaron nuestras mesas. Los sabores de la pasta de garbanzos, de las berenjenas, las chauchas, los arroces y demás maravillas gastronómicas se mezclaban con otros sabores tan preciosos como aquellos: el de las charlas entre vecinos, el del diálogo abierto y sin filtros, el del contacto directo sin ningún protocolo.
Pasaron los platos (también los dulces) y pasaron las horas, y hasta una mesa de ping pong fue durante unos minutos un simpático escenario del diálogo judeo-islámico que este “Shabat Iftar” había permitido recrear.
Parecía la Córdoba de España, tal vez en el siglo X o XI, donde la convivencia era un signo de la época, algo que no traía más que bienestar para todos los habitantes de la región…
Pero aunque era la Argentina del 2017, ese viernes vivimos en un rato todo aquel “Siglo de Oro Español”, donde moros, judíos y cristianos podían vivir en armonía y en paz. Seguramente el arzobispo cordobés, y el obispo auxiliar -que también se asomaron a esta inédita cena sabática en la mezquita- pueden dar fe de mis palabras.

Nadie se quería ir, pero ya la medianoche había pasado y el café y el té casi se habían agotado (no así las tortas árabes). Salimos de la mezquita, y me dio la impresión de que por ahí andaba rondando Abraham (tal vez algunos lo llamaran Ibrahim) con su humilde tienda abierta a los cuatro vientos, preparando alimento y refugio a los extraños justamente para que dejen de serlo.
Me pareció que nos estaba guiñando un ojo, como queriéndonos decir que por ahí viene la mano, que a lo divino se accede directamente desde la fraternidad verdadera y respetuosa.
Donde se tiende una alfombra. Donde se comparte el pan.

 

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Los invitamos a disfrutar de un fragmento en video con uno de los hermosos momentos que se vivió en el «Shabat Iftar»: el Kidush en la Mezquita. Un gran mensaje de paz desde Córdoba para el mundo…

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También dejamos aquí el momento en que los líderes de la Comunidad Musulmana rezaron su «Salat», su plegaria, en las instalaciones del Centro Unión Israelita. Otro segmento muy especial vivido en el hermoso encuentro del pasado viernes…

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Aquí compartimos la captura del «Twitt» que emitió el Intendente de la Ciudad de Córdoba, Dr. Ramón Mestre:

 

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